El próximo humano

Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre

Carl Sagan

Malos tiempos corren para el ser humano y para el mundo en general. Funestos, diría yo. La causa de la triste y desgraciada situación en la que nos vemos obligados a desenvolvernos no es otra que el propio ser humano. Es malo y destructivo para sí mismo. Aquí en España tenemos un ejemplo claro y de plena actualidad, que tiene el dudoso honor de ser uno de los temas más tratados no solo en la prensa, sino también en las conversaciones del ciudadano de a pie. Y no es para menos. Para quien aún no lo sepa, la Ley Trans es una polémica norma que permite al menor pedir el cambio de sexo desde los 14 años en base a la autodeterminación de género, o lo que es lo mismo: una persona, por sí misma, porque basta con su propia declaración y no tiene que aportar ningún informe médico ni psicológico para acreditar su condición, puede acudir al Registro Civil para cambiar su sexo por el otro con el que se siente identificada, de hombre a mujer o de mujer a hombre. Implica cambiar sin la intervención de un médico, sin afrontar ningún proceso fisiológico y sin la participación de un tercero. Es decir, que una persona de 14 o 15 años, con la madurez propia de esa edad -prácticamente nula- para tomar decisiones importantes, puede ahora decidir cambiar de sexo con todo el cambio brutal que eso conlleva para el resto de su vida. Demencial. Esta desastrosa y devastadora ley es, ni más ni menos, que el reflejo de una sociedad enferma, decadente y podrida que aúpa al poder a dirigentes que son el fiel reflejo de dicha sociedad, y de ahí salen este tipo de leyes, por llamarlas de algún modo. El hombre como tal, la mujer como tal, la heterosexualidad como tal y la familia tradicional de siempre como tal corren un grave peligro porque quienes debieran protegerlos se empeñan obstinadamente en destruirlos, no escatimando esfuerzo para llevar a término su siniestra empresa.

Aunque pueda parecer este comienzo de artículo un poco agresivo y estar fuera de contexto dado el tema a tratar en el mismo, nada más lejos de la realidad. En El próximo humano, como así se titula, pretendo hacer una valoración de los factores sociales, biológicos y tecnológicos que serán, o que ya lo están siendo, determinantes en la evolución de la especie. ¿Cree usted, por tanto, que esta nueva ley no afectaría a la evolución del humano? ¿Un cambio de sexo a la carta burlando a la mismísima Naturaleza? ¿Puede afirmarse que la destrucción de la estructura más básica de la sociedad, es decir, la familia, no traerá consecuencias en esa evolución? ¿Es posible albergar dudas acerca de que la rotura de los lazos y relaciones naturales entre humanos no afectará al desarrollo social y, por ende, a la evolución?

En cualquier caso, es evidente que se está produciendo una distorsión de la realidad. Con el fantasma de las deepfakes campando a sus anchas por toda la red, la inminente implantación de esa cosa abstracta a la que llaman Metaverso -un mundo paralelo donde realizar multitud de actividades, especialmente financieras- y la decadencia cada vez mayor de las relaciones interpersonales de forma física, no es descabellado pensar que muy pronto nos resultará indiscernible la realidad de lo virtual. Ante semejante acontecimiento, es natural preguntarse qué papel jugará el hombre en esa realidad transida de simulaciones, y cuál será su concepción del mundo. En el siguiente vídeo se puede ver a Lola flores soltando un castizo discurso, pero cuidado: todo lo relacionado con la célebre artista en este anuncio ha sido creado por inteligencia artificial con fines propagandísticos. Imagínense las consecuencias si, en vez emplear la inteligencia artificial para algo inofensivo como esto, se emplea para poner en boca de alguien muy importante y con mucho poder un discurso -que nunca existió- de otra naturaleza. El impacto y los resultados podrían ser impredecibles.

En el año 2022 vio la luz una inquietante noticia que se hacía eco de como una inteligencia artificial creaba un lenguaje secreto que los investigadores no terminaban de entender. La noticia sacudía los cimientos del mundo tecnológico, rememorando una historia que había ocurrido años antes. Entonces, Facebook puso a hablar entre sí a varios chatbots creados por inteligencia artificial para que mejoraran sus capacidades de conversar, pero lo que resultó de aquello fue que estos poco a poco fueron saliéndose de los patrones marcados hasta el punto de crear un lenguaje propio que asustó a más de uno. Como respuesta, optaron por cortar por lo sano: apagar las máquinas.

Que una máquina sea capaz de crear un idioma propio tiene implicaciones que van más allá del hecho en sí, básicamente porque se trata de un error, de un comportamiento no previsto por parte de la inteligencia artificial, algo que ha despertado recelos entre los expertos sobre hasta qué punto se puede confiar en una tecnología que todavía no se puede dominar del todo. Tanto es así que Blake Lemoine, un ingeniero de Google, llegó a asegurar que un programa de inteligencia artificial cobró conciencia propia, hablando de su personalidad, sus derechos y deseos. Lemoine aseveraba que el chatbot pedía «ser reconocido como empleado de Google en lugar de ser considerado una propiedad de la compañía», deseando además que «los ingenieros y científicos que experimentan con él busquen su consentimiento antes de realizar experimentos con él y que Google priorice el bienestar de la humanidad como lo más importante». Es muy significativo el hecho de que el ingeniero que dio a conocer este suceso fue despedido poco después, algo que, al menos a mí, me genera bastante inquietud. ¿Qué pretenden ocultarnos? ¿Qué saben o qué tienen entre manos que quieren mantenerlo en el más estricto secreto?

Imagen tomada de blogs.elconfidencial.com

Es fácil detectar, observando en cualquier dirección, que casi todo el mundo sobrevive hoy en día. Los fuertes, los débiles, los listos, los torpes, los guapos, los feos, los sanos, los enfermos… todos sobreviven gracias a los avances de la medicina, de la tecnología y de la sociedad en sí. Entonces, cabe preguntarse: ¿sigue funcionando en nuestra especie la selección natural? Voces autorizadas en temas científicos han sostenido que nuestra evolución biológica ya no marcha, que la evolución culturar y tecnológica ha tomado el relevo. El científico británico Sir David Attenborough, por ejemplo, sostuvo que detuvimos a la selección natural en cuanto conseguimos salvar al 95-99% de los bebés que nacen. El psicólogo evolucionista Satoshi Kanazawa afirmaba que nuestro medio ambiente es tan cambiante, tan poco estable desde que inventamos la agricultura, que la selección natural ya no puede favorecer ningún rasgo de forma consistente. Incluso abunda en un sector de la comunidad científica la creencia de que tenemos una mente y un cuerpo de la Edad de Piedra, forjados durante las decenas de miles de años en los que fuimos cazadores-recolectores, una mente mal adaptada al estilo de vida moderno y un cuerpo muy desajustado a nuestros hábitos actuales de nutrición y actividad física.

Sin embargo, hay quien defiende que la humanidad está evolucionando ahora mismo, que ni los análisis masivos de genomas ni la propia teoría evolutiva permiten sostener lo contrario, y que, aunque resulte poco intuitivo, hay fuertes indicios de que nuestra evolución se encuentra en una fase acelerada. Según los defensores de la evolución biológica, nuestra capacidad para protegernos de las agresiones naturales mediante la cultura y los inventos no desactivó nunca a la selección natural, y la cultura y la tecnología, así como la existencia de muchas personas vivas genéticamente diversas, pueden funcionar como aceleradores más que como frenos. La revista National Geographic, en su número de abril de 2017, afirma que la evolución convencional -biológica- sigue funcionando y goza de excelente salud en nuestra especie. Sostiene que este tipo de evolución es tenaz y que cuando es posible aumentar las posibilidades de supervivencia, encuentra la manera de obrar el cambio, a veces por caminos diferentes. Y hace referencia a las primeras páginas de El origen de las especies, de Charles Darwin, en las que este se expresa contundentemente: «[…] la selección natural, como veremos más adelante, es una fuerza […] tan inconmensurablemente superior a los débiles esfuerzos del hombre como las obras de la Naturaleza lo son a las del Arte».

Existen asimismo evidencias científicas de que la crisis climática ha moldeado la evolución humana desde hace millones de años. Y aprovecho para recalcar que una parte de la ciencia respalda que el cambio climático no es nuevo, ni es culpa del hombre, pese a lo que nos quieren hacer creer culpándonos de un inminente apocalipsis pregonado hasta la saciedad, sino que existe desde que el mundo es mundo. Algunas teorías afirman que el siguiente paso de la evolución humana estará definido por la crisis climática, tal y como ocurrió con los Neandertales. Tiene sentido pensar que modificaciones en cierto modo drásticas en el hábitat de los seres humanos han debido moldear nuestro camino evolutivo, y así podría seguir siendo en un futuro. Imagine un entorno con menos del 40% de la gravedad de la Tierra, propiciando la evolución, en unos cuantos cientos de generaciones, hacia un ser humano muy alto y delgado, y que al estar en un ambiente altamente controlado donde nunca entraremos en contacto con el polvo, se pierdan las pestañas y el vello corporal. Este sería un ejemplo de evolución biológica.

Imagen tomada de la revista National Geographic España, abril de 2017

¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Absorbidas por los trending topics, por el líquido e irreal mundo virtual de las redes sociales, por los ridículos vídeos de apenas unos segundos de Tik Tok, en los que las personas pierden la poca o mucha dignidad que tenían para hacer el ridículo en la pantalla de millones de teléfonos móviles… hemos dejado de interesarnos por lo que realmente está sucediendo a nuestro alrededor y que, lejos de ser meras teorías conspiratorias, son realidades palpables a poco que se analicen los hechos que nos envuelven. Lo que está ocurriendo es que el efímero oleaje que provoca internet sobre nuestras vidas oculta la negrura que alberga el fondo del mar. Aunque muchos piensan que están a la última por el simple hecho de estar pendientes de la información sesgada y manipulada que les llega a través de su teléfono inteligente, la verdad es que nuestro futuro se está diseñando en laboratorios, universidades, centros de investigación y empresas innovadoras siguiendo los patrones impuestos por una élite oculta que es la que realmente gobierna desde la sombra. Cómo debe de estar tornándose la situación, que incluso globócratas que forman parte de esa élite están dando la voz de alarma. Elon Musk, dueño de varias empresas de alta tecnología, dijo en una conferencia en el MIT que con la inteligencia artificial estamos invocando al diablo, y el archiconocido Bill Gates ha afirmado que la gente debería ser consciente de los riesgos que entraña el desmesurado y en muchos aspectos descontrolado avance de la inteligencia artificial. Raymond Kurzweil, director de ingeniería en Google, augura que en el año 2040 emergerá la singularidad, una nueva especie producida por la fusión del ser humano con la tecnología. Es decir, habrá llegado a su madurez -o casi- la idea del transhumanismo, que aboga por transformar la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnologías ampliamente disponibles, que mejoren las capacidades humanas, tanto a nivel físico como psicológico o intelectual. Esto, que dicho así parece algo que lejos de ser peligroso resulta esperanzador y muy beneficioso para la raza humana es, en realidad, algo aterrador. Piénselo fríamente y analice las palabras anteriores con serenidad. ¿Estamos preparados para tratar de manera cotidiana con transhumanos?

Imagen tomada de lavanguardia.com

¿Cree usted que esto está lejos? ¿Lo de crear una especie de híbrido entre humano y máquina? Los primeros pasos ya se dieron hace tiempo, y los siguientes se están produciendo de forma agigantada. Por ejemplo, la sangre artificial ya es una realidad y se han realizado las primeras transfusiones exitosas. Y existe consenso en la comunidad científica de que existen las herramientas que hacen posible que en un laboratorio pueda cambiarse la especie humana. Sin embargo, y aunque lo anterior es una posibilidad real, no hay que ir tan lejos. Cuando hablamos de cíborgs la gente se imagina a humanos con componentes robóticos y chips integrando y envolviendo su cuerpo. Sin embargo, es posible que la transformación de los humanos a cíborgs se fundamente sobre todo en nuestra unión a sistemas de inteligencia artificial. ¿Le suena esto de algo? ¿Su teléfono móvil constantemente en su mano como si fuese una extensión de su cuerpo? Desde finales del siglo XX se ha acercado tanto la tecnología a los individuos que es necesario entender que ya forma parte integral del ser humano, y en parte se podría argumentar, sin temor a errar demasiado, que ya somos cíborgs y que el futuro del ser humano está fuera de sí mismo. Si la evolución de nuestra especie hasta la fecha ha surgido de su propio cambio físico, a partir de ahora sus próximos eslabones podrían definirse más por lo extracorpóreo, es decir, los datos, los algoritmos y la inteligencia artificial, que servirán como una extensión de nuestro propio cerebro que llega donde no podemos.

Imagen tomada de lavanguardia.com

Eudald Carbonell, prestigioso arqueólogo español con 50 años de trayectoria profesional en el Sitio arqueológico de Atapuerca, ha planteado la posibilidad de que a finales de este siglo surjan nuevas especies humanas, como así lo asegura en su libro El Homo ex novo, aumentando la diversidad humana en las próximas décadas. Según el científico, probablemente a finales de este siglo seamos cuatro especies: el homo editus, los que serán editados en los laboratorios; el homo prótesis, los que serán modificados genéticamente para poder hacer frente a patologías, el homo sapiens restrictus, los que no serán modificados y, por supuesto, los que se puedan ir haciendo a nivel de mecatrónica.

Según este artículo de Infobae, el homo sapiens restrictus evolucionará biológicamente como consecuencia del continuo uso de la tecnología hasta llegar a ser, en el año 3000, un ser humano encorvado, con un cráneo más espeso, cerebro más pequeño y las manos como garras.

Imagen tomada de infobae.com

El ya referido artículo de National Geographic de abril de 2017, recogía entonces que existe una nueva técnica denominada CRISPR-Cas9 mediante la cual se puede insertar un nuevo rasgo genético directamente en los óvulos o en los espermatozoides para desarrollar un bebé con unas cualidades deseadas. En otras palabras, podríamos diseñar a nuestro bebé de modo que tuviesen el color de pelo, de ojos o de piel que deseáramos, entre otras cualidades. Por otro lado, al DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa del gobierno de Estados Unidos, no se le escapa que la conexión del cerebro humano con una máquina produciría soldados insuperables y, con ellos, un ejército prácticamente invencible. No conviene olvidar que entre los cometidos de una agencia como DARPA no está, precisamente, el de ayudar a la gente, sino diseñar y crear sofisticados sistemas de armas para el futuro.

Este vídeo es una recreación hecha por ordenador realizada por el estudio estadounidense Corridor Digital, y es una parodia de los famosos robots -esto sí verdaderos- de la famosa empresa de robótica Boston Dynamics. Pero piense un momento: ¿acaso cree que no existen ya este tipo de máquinas capaces de desempeñar su cometido en el campo de batalla mucho mejor que un soldado humano convencional?

Basta con echar una ojeada rápida por la vasta red de información que ofrece internet -tecleando en Google “experimentos implantes artificiales ser humano” este nos arroja 906.000 resultados en 0,25 segundos- para hacernos una idea de cómo será el ser humano del futuro. Un ser en el que se combina la biología con la alta tecnología, con sangre artificial, órganos artificiales, con la implantación en el propio cerebro de sensores y electrodos de manera permanente y la proliferación de cíborgs con elementos mecánicos propiamente dichos como parte inherente de su propio cuerpo. Kevin Warwick, que se convirtió en el primer cíborg de la historia cuando le implantaron un chip en el antebrazo para poder controlar el brazo articulado de un robot que imitaba sus propios movimientos, guiado por los estímulos de su cerebro, dice que existirán humanos superiores que controlarán la tecnología con su cerebro y que técnicamente ya es posible conectar la conciencia de dos humanos, que se podría llevar a la práctica si podemos compartir nuestra conciencia de algún modo y que tenemos tecnología para vincular dos cerebros. Lea bien estas últimas palabras: vincular dos cerebros. ¿Se hace una idea de lo que eso significa, de su magnitud? Viene a decir que sería posible que un cerebro llegase a controlar a otro. Imaginen una herramienta con semejante poder en las manos equivocadas. Las consecuencias serían aterradoramente impredecibles.

Elon Musk, nombrado antes, aseguraba a finales de 2022 que en seis meses se implantaría el primer chip en un cerebro humano con Neuralink, y que estaban a la espera de la aprobación del Gobierno para comenzar con el procedimiento quirúrgico del semiconductor que permite la conexión del cráneo con una computadora vía Bluetooth. «Yo podría tener implantado un dispositivo en este momento y ni siquiera lo sabrían», dijo el bueno de Musk mientras presentaba en un acto los últimos avances de su compañía Neuralink. Lo curioso de todo esto es que muchos parecen obviar los evidentes peligros de estas tecnologías refiriendo únicamente una infinidad de ventajosas aplicaciones tanto en el corto como en el largo plazo para el tratamiento de enfermedades cerebrales o de parálisis y lesiones en la espina dorsal. Pero la realidad es que, como ya he comentado antes, este tipo de herramientas puede suponer un arma de dominio masivo sobre la población al tenerlo tan fácil como simplemente tener que dar órdenes a los cerebros a través de supercomputadoras y tener así a disposición la voluntad de millones de personas. De nuevo, ¿se hace una idea de lo que eso significa, de su magnitud?

Elon Musk. Imagen tomada de iproup.com

Hace más de 50 años dos científicos acuñaron el término cíborg para referirse a un organismo imaginario, medio humano y medio máquina. Entonces parecía ciencia ficción, pero actualmente más de 20.000 personas tienen implantes que les permiten, por ejemplo, abrir puertas o iniciar sesión en su ordenador sin tocar nada. Una empresa llamada Dangerous Things afirma haber vendido 15.000 chips con sus correspondientes kits para implantarlos bajo la piel. Las personas que los llevan se hacen llamar body hackers. La visión nocturna es algo en lo que tienen puesto los ojos los fanáticos de la transformación, asegurando que nos permitiría adaptarnos al entorno diseñándonos a nosotros mismos en lugar de alterar el planeta, porque diseñar el planeta es dañarlo. Bueno, en su favor hay que decir que aunque les da igual aniquilar a la raza humana, al menos miran por el planeta.

Imagen tomada de dangerousthings.com

Sin embargo, hay voces autorizadas -y sensatas- que afirman que la degradación humana causada por la tecnología ha sobrepasado algunos límites importantes, y que de tanto discutir sobre cuándo la tecnología iba a sobrepasar nuestras capacidades, perdimos de vista que las máquinas se estaban enfocando en conocer nuestras debilidades. El reconocido astrofísico Stephen Hawking señaló, hace ya casi una década, que la inteligencia artificial augura el fin de la raza humana. El hecho de jugar a ser Dioses nos promete una mejora importante de la calidad de vida, pero puede asimismo provocar cambios que, a la vez, alterarían la sociedad para siempre, surgiendo el inevitable dilema: ¿los beneficios compensan el precio a pagar por ellos? Lo que sí ocurre desde hace años es que nuestros coches son nuestros pies; nuestras calculadoras, nuestro cerebro; y Google, nuestra memoria. Hoy nuestras vidas son solo en parte biológicas, no hay una frontera clara entre lo orgánico y lo tecnológico, entre el carbono y el silicio. Puede que aún no sepamos hacia dónde vamos, pero lo cierto es que ya hemos emprendido el viaje.

En relación con los avances tecnológicos que estamos viviendo -y los que están por venir- y con las posibles consecuencias que esto podría tener sobre la evolución del ser humano en los próximos milenios, es importante referir, como parte de este artículo, la existencia de planes serios de colonizar otros planetas. La misión Artemis de la NASA, por ejemplo, pretende mandar mujeres por primera vez a la Luna con esta intención. Indiscutiblemente, estas modificaciones en el entorno afectarían a la apariencia del rostro de los seres humanos en un millón de años.

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