En pleno corazón de la Reserva de la Biosfera y junto al actual Parque Nacional Sierra de las Nieves se conservan, entre el antiguo entramado urbano, los restos de la que en su día debió de ser una de las fortalezas más impresionantes e inexpugnables de su tiempo en la provincia de Málaga. Hoy, aunque solo podemos contemplar parte de aquella grandeza, sigue despertando la curiosidad y la admiración de todo aquel que se preste a observar sus vestigios con el respeto que merecen. Estas son las murallas medievales de El Burgo.

Siempre han estado ahí, silenciosas, discretas. Y con todo, destacando entre el blanco caserío, alzándose todavía imponentes, vigilantes, guardianas de la historia. Piedras colocadas por manos moras cuando esta tierra se llamaba Al-Ándalus, en árabe الأندلس, conformando todas ellas una formidable construcción que debió lucir un aspecto impotente e intimidatorio, hasta que la mano del hombre y el tiempo socavaron su recio porte para dejarnos solo los restos de una obra heredera de la grandeza de los reinos musulmanes que moraron la España medieval.
Muchas veces alcé la vista para contemplarlas, viéndolas como algo misterioso y exótico. El mero hecho de saberlas antiguas, prácticamente desconocidas, moles sigilosas ocultando secretos entre sus resquicios, siempre fue para mí un imán que ha hecho volar mi imaginación hacia épocas lejanas en el tiempo en cierto modo tapadas, o cuando menos disimuladas, dentro de la historia general de España. “Eso lo hicieron los moros”. Y eso es, hasta hace muy poco, lo más que se sabía sobre las murallas -sus vestigios, mejor dicho- que coronan el pueblo, construidas por nuestros antepasados. Porque nosotros, los andaluces, descendemos de aquellos moros que habitaron esta bendita tierra de Andalucía y que nos dejaron monumentos tan maravillosamente espectaculares como la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba o la Giralda de Sevilla, entre muchos otros.
Mis primeros pasos en este mundo los di, literalmente, junto a las murallas, en una casa de la zona alta del pueblo, con un gran patio al estilo de los de antes que albergaba pajar, cuadra y un pequeño corral para guardar cabras, cerdos o gallinas. Estaba construida junto a uno de los muros de la fortaleza, empleándolo como una pared más de la vivienda. Aquel amplio patio, que en realidad es un mirador que ofrece unas vistas soberbias del pueblo y los campos y sierras de alrededor, está delimitado en uno de sus lados por un lienzo decentemente conservado, del cual guardo algunos recuerdos en mi memoria y en papel, a la manera de fotografías que hoy conservamos en la familia. Tocaba aquellas piedras, las miraba, correteaba junto a ellas sin ser consciente, obviamente, de todo lo que encerraba aquella mole pétrea que me acompañaba en los atardeceres. Quizá su muda compañía tornó, con el tiempo, en mi profunda admiración hacia ella, en mi afición por aquel periodo de la historia de nuestro país del que hemos heredado tantas cosas, tangibles e intangibles.



Pese a que en pleno siglo XXI El Burgo es un pueblo relativamente mal comunicado, principalmente por la calidad de la red viaria que lo rodea, su ubicación, amparada en unas soberbias defensas naturales, tiene un gran valor estratégico dentro de la provincia de Málaga, ya que constituye un control de paso entre la Hoya de Málaga y la Meseta de Ronda. Por ello, a lo largo de la historia ha sido una plaza muy cotizada, con asentamientos ya en la Antigüedad habitados por indígenas y más tarde también por grupos nómadas célticos provenientes del Norte de la Península Ibérica, y éstos a su vez de Centro Europa.
En época romana, y para defensa de la calzada que unía Malaca -la actual Málaga- con Acinippo -cercana a la actual ciudad de Ronda-, se construyó un castro o castillo para albergar una guarnición militar, con el objetivo de controlar, vigilar y dar seguridad a la zona. Es el emperador Trajano, en el siglo II d.C., quien concedió al asentamiento privilegio imperial, por ser esta vía paso obligado de las legiones romanas. Durante la dominación visigoda, en los siglos V-VIII d.C., el castillo continuó ejerciendo el papel de centro de poder de los señores feudales sobre el entorno y los parajes circundantes.

El 27 de abril de 711 es una de las fechas más importantes de la historia de España: las tropas omeyas, conformadas por unos 7000 hombres y lideradas por el general bereber Tariq ibn Ziyad, desembarcaron en los acantilados de las Columnas de Hércules, ocuparon y fortificaron la roca de Gibraltar, que bautizaron con el nombre de Djabal-al-Tariq, y comenzaron la conquista de la península ibérica.
Los habitantes de estas comarcas comienzaron a sentir las consecuencias del cambio de régimen, que año tras año impuso cargas impositivas para el mantenimiento y sostén del nuevo estado que se estaba forjando: Al-Ándalus. Ante esta situación la población indígena, hispanogoda e hispanorromana, llegó a protagonizar sublevaciones en determinados momentos históricos, además de huir -dentro de su propio territorio- buscando protección y amparo en las zonas más abruptas y montañosas.
A finales del siglo IX fueron frecuentes los desórdenes sociales en el Emirato cordobés, muchos de ellos encabezados por rebeldes que pertenecían a castas y familias de origen hispano visigodos, de una forma u otra relacionados con el cristianismo. Estos personajes solían controlar un territorio a través de privilegios y poderes heredados. Cuando el célebre caudillo Umar ibn Ḥafṣūn aglutinó el descontento generalizado de numerosos rebeldes locales y desde estas sierras lanzó una desafiante ofensiva contra el ejército Omeya, se inició una larga etapa de convulsión (880-928 d.C.) que tuvo su cuartel general en el enclave de Bobastro, logrando mantener una pugna militar de varias décadas por el poder de Al-Ándalus contra los todopoderosos Omeyas a las mismas puertas de Córdoba.

Es precisamente en el transcurso de estos años cuando el castillo de El Burgo adquierió un intenso y especial protagonismo, ya que los mozárabes -cristianos de origen hispanovisigodo que vivía en el territorio de Al-Ándalus consentidos por el derecho islámico como tributarios- asentados en el mismo y su término, construyeron nuevas torres, ampliaron la zona de defensa y edificaron una iglesia para el culto cristiano. A los habitantes asentados en los parajes del término se les dotó de defensas propias y en las cimas de sus montañas, así como en lugares estratégicos, se alzaron torres, formando en su conjunto una tupida red de defensa y comunicación con los demás pueblos y ciudades de su entorno.
Sin embargo, ello no impidió que en el año 921 fuese asediado y finalmente conquistado por el emir Abd al-Rahmán ibn Muhámmad, en árabe عبد الرحمن بن محمد, más conocido como Abderramán III. Una vez rendida la plaza, sus alcazabas fueron destruidas, desmantelados sus muros y arrojadas sus piedras al río, ordenándose construir en el lugar de la iglesia una mezquita aljama. Tras la conquista de Bobastro el 19 de enero de 928 y por expreso deseo del ya califa Abderramán III, se restauraron sus torres y murallas, estableciéndose en su interior una guarnición militar en estado permanente, con el objeto de controlar a los vencidos -mozárabes, facciones beréberes y muladíes- y evitar con esta medida posibles sublevaciones.
El cronista árabe Lisan al-Din ibn al-Jatib (1313 – 1374) aseguraba, en sus escritos, que El Burgo era una fortaleza inaccesible, importante por sí misma y por estar situada entre las ciudades de Málaga y Ronda, de manera que las comunicaciones con estas ciudades se hacían imposibles cuando El Burgo estaba en manos enemigas.


Es en esta etapa de la época medieval cuando el castillo de El Burgo adquiere el rango de castillo-fortaleza, estatus que prevalece posteriormente durante los reinos de taifas y en los periodos almohade y nazarí. Por ser zona fronteriza de vital importancia, es plaza codiciada por los reyes castellanos. Pedro I la conquistó en 1362, volviéndola a perder varios años más tarde, en 1366. El rey Juan II de Castilla volvió a tenerla bajo su dominio en 1431, tras la firma del pacto de Ardales el 16 de septiembre de de ese año entre éste y el príncipe Yúsuf ibn al-Mawl. Más tarde se rompió el pacto, volviendo esta fortaleza a ser de dominio nazarí. Decían los cronistas que los habitantes asentados en la fortaleza, así como sus alcaides, fueron buenos y esforzados guerreros, participando de manera activa en las incursiones y aceifas de los musulmanes en los territorios cristianos.
Plaza fronteriza, guardiana y defensora de las villas ubicadas en esta zona, sobre la fortaleza de El Burgo recaían los diezmos de las villas de Casarabonela, Alozaina, Tolox y Yunquera. La inexpugnabilidad y seguridad de la misma queda nuevamente reflejada cuando en el año 1484 el noble y militar castellano don Rodrigo Ponce de León trata de conquistarla, pudiendo tomar solamente sus arrabales, ya que sus torres eran tan esbeltas, fuertes y seguras que, una vez alertada la guarnición, los soldados del marqués tuvieron que retroceder y desistir de su acción.
En el siglo XV el castillo de El Burgo estaba poblado por árabes del linaje de los omeyas, los Banu Aysa, perteneciendo territorialmente al distrito de la cora de Takurunna (Ronda). El 22 de mayo de 1485 y tras un asedio de dos semanas, se rinde la fuerte plaza de Ronda y con ella todas las fortalezas y castillos de su entorno, entre ellas la de El Burgo. Los Reyes Católicos nombran al primer alcaide cristiano, recayendo esta dignidad, como premio a sus servicios, en la persona de don Pedro de Barrionuevo. Con una real cédula emitida por los monarcas y fechada en el Real de la Vega (Granada), el 15 de septiembre de 1491, comienza en la villa fortaleza de El Burgo el proceso repoblador.
Continuó siendo un importante emplazamiento defensivo, guardián habitual de este territorio, ya que en las villas colindantes -Yunquera y Casarabonela-, se asentaban un número importante de moriscos. Los reyes católicos mandaron restaurar sus torres y la dotaron además con una renta anual para el sostenimiento de esta, en la cuantía de 60.000 maravedíes anuales. A partir de esta etapa, la villa de El Burgo, comienza a configurarse como pueblo en el sentido urbano. En el interior de la fortaleza se asientan los menos pudientes económicamente, mientras que los más hacendados lo hacen en las proximidades del recinto en casas más amplias.

En tiempos de la invasión francesa sufrió los avatares de la guerra, pues los franceses, al retirarse de la misma en el año 1812, dinamitaron las torres del recinto ocasionando el derrumbamiento de las casas colindantes adosadas a los muros del castillo. En el año 1935 las autoridades del pueblo decidieron derribar la torre atalaya de la “Cornicabra”, por motivos de seguridad, ya que era la más alta y al parecer ofrecía peligro de derrumbe.

El recinto-fortaleza está ubicado en su totalidad en la cota más alta de cerro rocoso, a 591 msnm, siendo su planta aovada, con una longitud aproximada de 100 metros en sus caras Norte-Sur, y 30-50 metros en las caras Este-Oeste. Disponía de 12 torres de distintas secciones y medidas unidas entre sí con potentes y robustos muros de mampostería. Toda la zona Sur cae en precipicio verticalmente al río Turón que lo circunvala, existiendo un desnivel aproximado de unos 50 metros. Contaba con dos entradas o salidas, una al oriente -puerta del Pretil- y otra al occidente -puerta de la Calzada-.

Se sabe que, al menos en una de las casas ubicadas en el interior de lo que fue el recinto amurallado, hay acceso a galerías subterráneas que discurren por el interior de las murallas y probablemente por las entrañas del cerro rocoso, constituyendo una red de comunicación segura entre la plaza y el río, a semejanza de la que se conoce -y está documentada- en las famosas Minas construidas en los Jardines de la Casa del Rey Moro de Ronda. El edificio religioso que se eleva destacando sobre el pueblo es la Iglesia de la Encarnación, ocupando el emplazamiento de la antigua mezquita y de la cual se aprovechó su alminar para construir el actual campanario. Una construcción que, pese su aspecto humilde y discretas dimensiones, alberga una historia digna de ser grabada en los anales de nuestra cultura, siendo iglesia paleocristiana, mozárabe, mezquita musulmana e iglesia cristiana-católica.

Hoy, el castillo de El Burgo es un recinto fortificado que, totalmente integrado dentro del casco urbano más antiguo, se resiste a claudicar, permaneciendo en pie en estado de ruina progresiva pese a los avatares sufridos por la mano del hombre, ya sea por guerras o por desmontes urbanos, y por el paso inexorable del tiempo, que siempre va de la mano de las inclemencias climáticas.
Como cualquier vetusta obra nacida de la convulsa historia española, en sus piedras resuenan los ecos de los hechos que han forjado el mundo que hoy conocemos, testigo mudo todavía imponente y formidable que, pese a su robusta apariencia, exhala sus últimos alientos rogando por la atención que merece para que lo que aún queda de ella perviva en los siglos futuros, a modo de inestimable herencia para las generaciones venideras, de modo que nunca olviden de dónde venimos y puedan así comprender hacia dónde vamos. Porque como dijo el escritor, orador y político romano Marco Tulio Cicerón, «no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños».





Para la redacción de este artículo me he apoyado principalmente en mis conocimientos previos acerca del monumento, en algunas concienzudas visitas y en mi propio material fotográfico, aunque para documentar la historia del lugar y profundizar en los hechos y características más singulares he tenido que buscar apoyo externo. Y ese apoyo lo he obtenido de varios artículos que contienen valiosa información histórica y técnica. Aquí los enlaces:
- El castillo de El Burgo, de Juan Espinosa Macías, fechado en agosto de 2005. Recomiendo su lectura por tratarse de un texto con abundantes datos de mucho interés, sobre para todos aquellos que quieran profundizar en la historia del pueblo desde sus inicios en la Prehistoria hasta prácticamente nuestros días. Para saber más acerca del municipio, visítese su página web: www.elburgo.es.
- Murallas de El Burgo, de la Asociación Española de Amigos de los Castillos. Contiene una ficha técnica con información interesante.
- El Castillo. El Burgo (pueblo), artículo perteneciente al blog viajerosencortomalaga.com, fechado en junio de 2020. Contiene información útil acerca de cómo llegar al lugar, coordenadas, fotografías y una imagen en la que se ubican los restos de las murallas.