Tesoro líquido: la geopolítica del agua

El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza

Leonardo da Vinci

El agua es, en la actualidad, uno de los principales factores de estudio geopolítico por los conflictos que genera y las cantidades que se estiman en torno a su disponibilidad. Como elemento vital del planeta, siempre ha tenido una especial relevancia entre las diferentes culturas del mundo, ya que de su existencia ha dependido la agricultura, la ganadería y la vida de sus habitantes, por lo que desde épocas antiguas su disponibilidad ha sido un indicador inequívoco del desarrollo y el poder de una civilización. El agua ha sido generador de muchos enfrentamientos y su falta ha generado decadencia desde hace siglos.

Este bien, de vital relevancia en la vida de las personas, será en el futuro el protagonista indiscutible de lo que muchos especialistas llaman la guerra por los recursos, suscitando relaciones de poder y conflicto y siendo -de hecho, ya lo es- el instrumento de poder del futuro, al igual que en la actualidad son los hidrocarburos en muchas partes del mundo. No cabe duda de que, aquellos que cuenten con acceso al agua, tendrán mejores opciones de vida y de negociación con quienes no lo tengan, estando disputado su control como derecho humano fundamental o como un bien de consumo entre los Estados, las grandes empresas multinacionales y la propia población civil.

Uno de los fenómenos relacionados con el agua que más preocupan en la actualidad, y del que somos grandes conocedores -por desgracia- en España y más especialmente en la región sureña de Andalucía, son las sequías. Se trata de períodos prolongados secos, que pueden extenderse por varios años, en los cuales no cae ningún tipo de lluvia, ocasionando descenso del caudal de los ríos, presas, acuíferos, reducción del suministro del agua a la población y ocasionando problemas con el sistema eléctrico por la disminución de los embalses. Además, sumado a la falta de precipitaciones, las sequías traen consigo un aumento de las temperaturas con consecuencias nefastas para la agricultura, ya que los suelos y las plantas se marchitan, y para la ganadería, motores económicos para no pocas poblaciones alrededor del planeta.

Según los datos recogidos en este interesante artículo de iagua.es, en la actualidad la escasez de agua afecta al 40% de la población mundial, y, según la FAO, hasta 700 millones de personas corren el riesgo de ser desplazadas como resultado de las sequías de aquí a 2030. Y podría convertirse, según advirtió la ONU en el trabajo publicado El agua en tiempos de sequía II: Lecciones de sequías alrededor del mundo, de julio de 2021, en la próxima pandemia a medida que aumentan las temperaturas globales.

Imagen tomada de elagoradiario.com

Nadie alberga dudas acerca de los devastadores efectos que tienen las sequías, cuya gravedad se aprecia tanto en consecuencias mínimas fácilmente superables como en casos extremos, tales como grandes hambrunas, muerte masiva por desnutrición y sed, pérdida de empleos y poder adquisitivo, aumento de la pobreza, carestía de productos y servicios y migración del campo a las ciudades con el consiguiente abandono y deterioro de los entornos rurales. Estas consecuencias, comunes de las sequías, son mucho más catastróficas que las aparejadas a otros fenómenos naturales y, además, la recuperación es lenta, larga y costosa. Pero ¿son fenómenos meramente actuales, debido al cambio climático, o existen desde el inicio de los tiempos, acompañando al ser humano a lo largo de toda su historia?

En este artículo de elmundo.es se hace referencia a un estudio realizado por un equipo internacional de científicos, en el que se tomaron muestras de 300 árboles en toda Asia, y a través del cual se ha definido un Atlas de la Sequía del Monzón de Asia MADA, según sus siglas en inglés.  Dicho estudio ha revelado la existencia de al menos cuatro sequías épicas, que están relacionadas con grandes catástrofes históricas. Por ejemplo, una grave sequía, que algunos textos de la época describen como la peor en cinco siglos, podría haber jugado un rol clave en la caída de la penúltima familia real china, la dinastía Ming, en 1644, ya que la falta de agua podría haber incentivado las rebeliones que acabaron con los Ming. El monzón falló -a causa de una sequía- entre 1756 y 1768, un periodo que coincide con el colapso de los reinos de los actuales Vietnam, Tailandia y Birmania, y la escasez de precipitaciones que asoló la India entre 1790 y 1796 se sintió a lo largo y ancho del globo, trayendo consigo levantamientos civiles y tumultos, el más sonados de ellos la famosa Revolución Francesa. Pero hubo una que, por el coste humano fue, quizá, la peor de todas: la Gran Sequía de la era victoriana, entre 1876 y 1878, que afectó a los trópicos y provocó hambrunas que acabaron con la vida de 30 millones de personas.

Barcos varados en Moynaq (mar de Aral). Imagen tomada de elordenmundial.com

En otro artículo del mismo diario, interesantísimo, se hace referencia a que grandes sequías en Arabia impulsaron el nacimiento del Islam al provocar la caída del reino que controlaba la región. Más concretamente, se explica que un equipo internacional de científicos que estudió el registro de precipitaciones en una cueva del norte de Omán -cuyos resultados fueron publicados en la prestigiosa revista Science- y llegaron a la conclusión de que una serie de sequías sin precedentes en la región devastó a principios del siglo VI la economía del reino Himyar, que dominaba el sur de Arabia desde hacía 300 años, y provocó cambios sociales y políticos que propiciaron el auge de nuevas religiones monoteístas, incluida el Islam.

 

Las montañas de Hajar, junto a la cueva de Al Hoota, en Omán. Imagen tomada de elmundo.es

Por citar otra sequía histórica más, hago referencia a un estudio que ha recogido el medio digital agenciasinc.es, en el que un equipo de investigación, liderado por Doug Kennett de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos), ha llegado a la conclusión de que una sequía ayudó a desencadenar la guerra entre los centros políticos, lo que provocó una inestabilidad global dentro de la civilización maya, su fragmentación y colapso final.

 

Templo de Kukulkán en Chichén Itzá. Imagen tomada de bbc.com

No quiero concluir esta parte del artículo sin enlazar a un documento que analiza las sequías más relevantes acaecidas en España desde principios del siglo XIII hasta el siglo XX, datos que se recogen en este magnífico informe realizado por el CEDEX titulado Catálogo y publicación de sequías históricas, fechado en noviembre de 2013. Estas sequías afectaron a grandes extensiones de terreno, produjeron graves impactos y fueron identificadas en numerosas referencias bibliográficas. Sus efectos fueron devastadores y provocaron la pérdida de cosechas y de ganado, lo cual desembocó en hambrunas y muerte.

Imagen tomada de aristeguinoticias.com

Visto todo lo anterior, cabe preguntarse si las sequías son consecuencia del cambio climático, como muchos quieren hacernos creer, o simplemente han existido desde siempre. Parece que, en base a estudios y trabajos científicos, efectivamente forman parte de la meteorología desde el inicio de los tiempos, y que si bien el calentamiento global podría estar ahí, claro es también que ha sido aprovechado en no pocas ocasiones para obtener rédito político a todos los niveles y en todas las latitudes del planeta, y cuyas consecuencias y más que dudosas medidas para paliarlo afectan directamente, como no podía ser de otro modo, al bolsillo del ciudadano de a pie.

Ante la amenaza de estos fenómenos devastadores, no es de extrañar que algunas de las principales potencias hayan fijado su atención en la modificación del clima y estén dedicando no pocos recursos a este fin. De hecho, en la actualidad más de 50 países llevan a cabo actividades sobre modificación artificial del tiempo, cuyo estado se recoge en los informes periódicos realizados por el Comité de Expertos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Según wikipedia.org, la manipulación del clima consiste en alterar el ambiente para producir cambios y prevenir así climas extremos y fenómenos naturales como huracanes o tornados; producir climas para el beneficio de los seres humanos, como lluvias en una zona de sequía; y provocar un desastre natural contra un enemigo o rival para estrategias tácticas, militares -recomiendo la lectura de este interesantísimo artículo acerca del Proyecto Popeye durante la Guerra de Vietnam– y guerra económica.

Un tornado en la parte central de Oklahoma (Estados Unidos). Imagen tomada de es.wikipedia.org

China es uno de los principales contendientes en esta batalla por el control del clima. Tal y como puede leerse en esta noticia de febrero de 2021, recogida en el medio digital  elconfidencial.com, China ha puesto en práctica un proyecto para tratar de manejar el clima a su antojo, con el que han logrado desde evitar precipitaciones en días especiales a provocar lluvias gracias a la siembra de nubes artificiales. No bastando con eso, ha informado a través de un comunicado oficial que este proyecto, que se estaba utilizando de manera muy local, será expandido de manera exponencial de cara a 2025. Sin embargo, la polémica está servida, especialmente con la India, debido al robo de lluvia, y es que el hecho de que China consiga controlar su clima puede generar que el de los países de su alrededor se vea seriamente afectado.

También se habla, ante la posibilidad de que las acciones que se están tomando no sirvan para nada, de manipular el clima para combatir el cambio climático mediante técnicas de geoingeniería -algunas de ellas propias de una película de ciencia ficción- tales como aerosoles estratosféricos, siembra o creación de nubes artificiales, reflectores espaciales, aceleración de la meteorización, fertilización de los océanos, grandes reflectores terrestres, secuestro y captura de carbono, árboles artificiales, depuradores gigantes de CO2 y hasta provocar la erupción de volcanes. Pero, aunque estas tecnologías levanten cierta expectación y estén revestidas de alguna esperanza para solucionar el problema del calentamiento global, lo cierto es que los efectos para el entorno y el impacto en el tiempo de cada región se desconocen y podrían ser muy peligrosos, pudiendo causar daños irreversibles o, cuando menos, muy difícilmente cuantificables, tales como efectos secundarios inesperados, sobre todo dada la naturaleza imprevisible de la evolución climática a una escala global o regional, el riesgo que supondría tanto para los ecosistemas como para la salud de los humanos y su uso como arma de cara al terrorismo medioambiental y a los desastres naturales causados intencionalmente, entre otros. Como puede verse, jugar a ser Dioses no es algo que pueda llevarse a término de manera fiable con la ralea política actual a nivel mundial, porque a todas luces necesita de grandes dosis de sentido común e inteligencia, ambas capacidades muy escasas en los tiempos actuales.

Imagen tomada de mysteryplanet.com.ar

A propósito de lo anterior, se ha hablado mucho acerca de los misteriosos y enigmáticos aviones antilluvia. De hecho, existen numerosas denuncias a la Guardia Civil por parte de colectivos de agricultores sobre aeronaves que lanzan yoduro de plata a las nubes para disiparlas y así impedir que llueva en algunas zonas. Esta práctica se conoce como siembra de nubes y fue descubierta por el físico-químico estadounidense Bernard Vonnegut (1914 –1997) al comprobar que el yoduro de plata podía romper los equilibrios internos de las nubes y modificar las precipitaciones, técnica que se ha demostrado eficaz para incrementar o detener la lluvia, provocar nevadas y minimizar los daños del granizo.

Esta es, presuntamente, una de las avionetas encargadas de lanzar yoduro de plata para disipar nubes. Imagen tomada de lavanguardia.com

Tal y como puede leerse en este artículo de lavanguardia.com, las avionetas antilluvia ya son utilizadas por cerca de 40 países, aunque oficialmente solamente se han realizado experimentos en Australia, Israel, Rusia y China; en España, principalmente en el sureste del país, se han denunciado varios vuelos sospechosos que podrían haber sido realizados por este tipo de aeronaves. Muchas pueden ser las manos negras tras estos hipotéticos hechos -compañías aseguradoras para ahorrarse indemnizaciones por tormentas dañinas, parques solares que no quieren que nada se interponga entre ellos y el Sol e incluso el lucrativo sector turístico-, aunque por ahora no hay nada probado acerca de su existencia. Por ejemplo, tanto la Agencia Estatal de Meteorología de España -AEMET- como la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible de la Junta de Andalucía aseguran que no tienen constancia de que se haya autorizado ningún tipo de vuelo con estos propósitos. Sin embargo, aquí dejo un vídeo del que podría ser el primer avión antilluvia cazado en Almería, grabado en mayo de 2016.

Sin lugar a dudas el agua es un bien muy cotizado, ya que es la base de cualquier forma de vida animal o vegetal, fundamental para la agricultura, la ganadería, para la industria y para la obtención de energía. Pero no es, ni mucho menos, un recurso ilimitado, pese a que su uso global se ha multiplicado por seis en los últimos 100 años y continúa aumentando a un ritmo constante de 1% anual, debido principalmente al desarrollo económico, al crecimiento demográfico y al cambio en los patrones de consumo. Tanto es así, que la necesidad de este bien y su escasez en muchos puntos del planeta lo han puesto a la altura geoestratégica del petróleo o del oro.

De hecho, tal y como recoge este interesante artículo de iagua.es, fechado en diciembre de 2020, el agua entró por la puerta grande en los mercados de Wall Street, cotizando en bolsa, con un precio inicial de 486,53 dólares por cada 1.233 metros cúbicos en Estados Unidos. Esta conversión a activo bursátil del agua viene principalmente motivada por el difícil acceso al agua en algunas regiones, así como la disponibilidad de agua en distintos momentos del año, algo que ha desembocado en fluctuaciones en su precio. Es decir, en teoría, esta medida alberga la voluntad política de realizar una gestión más sostenible del agua que permita enfrentar los grandes desafíos hídricos permitiendo realizar un seguimiento del precio al contado del agua y representando la valoración actual del agua según las condiciones de oferta y demanda, ofreciendo así una mayor transparencia en su gestión.

Imagen tomada de yoinfluyo.com

Sin embargo, otros piensan que la entrada del agua al mercado bursátil de futuros en Wall Street no es tan clara y cristalina como algunos creen, porque no sólo es un paso más hacia la negación de un derecho universal, sino comporta además un aliciente para la especulación y la fijación de precios por parte de los agentes más poderosos e influyentes, que podrán acceder al líquido y después imponer su valor. Asimismo, China y Estados Unidos, que son los principales consumidores de agua en el mundo, tienen de este modo nuevos motivos para librar otra guerra fría comercial que puede traer aparejados costos sanitarios y económicos muy altos para el resto del planeta.

Analizando todo el contenido anterior, parece claro que el agua está llamada a ser para la geopolítica del siglo XXI lo que fue el petróleo para la del siglo XX, por lo que se convertirá en motivo de grandes conflictos. El ex vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, predijo en 1995 que «las guerras del próximo siglo serán por el agua». Y puede que no le faltara razón, en base a los comportamientos humanos que han llevado a una creciente escasez de agua potable en algunas de las zonas políticas más conflictivas del mundo. No en vano, desde 2020 se han producido 140 conflictos por la escasez de agua en varias regiones del planeta.

En el caso de México y Estados Unidos ese futuro parece estar más cerca de lo que se creía. En el centro de la polémica está el Tratado Internacional de Aguas de 1944. Firmado el 3 de febrero de ese año, establece que México asigna agua a Estados Unidos del río Bravo y la Unión Americana asigna líquido a su vecino del sur a través del río Colorado. En la actualidad son 35 millones de estadounidenses y 2 millones de hectáreas de riego las que dependen del agua proveniente del río Colorado. Un tratado de más de tres cuartos de siglo que ha derivado en una ola de protestas que ha dejado incluso víctimas mortales, en contra de una presa que desvía agua a Estados Unidos en una región severamente afectada por la sequía.

Aunque no es la única zona en el mundo en riesgo de conflicto por el preciado líquido. Varios ríos clave que alimentan las llanuras del norte de India, una de las áreas agrícolas más fértiles del mundo, Indo, Brahmaputra -que nace en la región china de Tíbet y atraviesa el noreste de India antes de desembocar en el delta del Ganges, en Bangladesh- y Sutlej, tienen su nacimiento en el lado tibetano de la frontera, pero son vitales para el suministro de agua tanto en India como en Pakistán. Han llegado a estallar varias escaramuzas fronterizas entre India y China, que reclama áreas río arriba, y en mayo de 2020 tuvo lugar un violento enfrentamiento en el valle de Galwan, a través del cual fluye un afluente del Indo, que dejó 20 soldados indios muertos. Menos de un mes después, hubo informes de que China estaba construyendo estructuras que podrían reducir el flujo del río hacia India.

El río Indo es una fuente vital de agua para India y Pakistán, pero se origina en las montañas de Tibet controladas por China. Imagen tomada de bbc.com

También están presentes los conflictos del Mar de Aral, que involucra a Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán; del río Jordán, que nace en Líbano, se extiende a lo largo de más de trescientos kilómetros y recorre una considerable extensión de Oriente Medio, sirviendo de frontera entre Jordania, Siria e Israel y atravesando Cisjordania hasta desembocar en el mar Muerto -que en los últimos tiempos ha reducido su tamaño considerablemente- y del río Mekong entre China y sus vecinos del sudeste asiático.

Pero quizá, la disputa que tiene el mayor riesgo de convertirse en una guerra total motivada por el agua es la mantenida por Egipto, Sudán y Etiopía, países que dependen del Nilo Azul y que durante mucho tiempo han intercambiado golpes políticos sobre el proyecto de la Gran Represa del Renacimiento de Etiopía (Great Ethiopian Renaissance Dam o GERD) aguas arriba, una obra de 5.000 millones de dólares americanos y tres veces el tamaño del Lago Tana. Cuando el gobierno etíope anunció planes para seguir adelante con el proyecto, Egipto y Sudán llevaron a cabo ejercicios de guerra conjuntos en mayo de este año que bautizaron muy intencionadamente como Guardianes del Nilo.

Grandes y devastadoras sequías, manipulación del clima para garantizar precipitaciones acordes a las necesidades de una región -aun con los efectos negativos que esto podría acarrear-, la probable especulación con fines lucrativos en un futuro próximo, el estallido de conflictos armados por el control del agua… la geopolítica del siglo XXI tiene su principal campo de batalla en una correcta y responsable gestión de los recursos hídricos, la cual se ha convertido ya en una cuestión de seguridad nacional para todos los países del mundo. Garantizar que todos los habitantes del planeta tengan acceso al agua potable de una manera universal y equitativa para el año 2030 es el sexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por Naciones Unidas, aunque teniendo en cuenta que en la actualidad aproximadamente el 85 % de la población mundial vive en la mitad más seca del planeta, garantizar el acceso para todos hace de la consecución de este objetivo una meta harta difícil, ya que las amenazas a la disponibilidad de agua limpia y a que ésta pueda ser usada para el consumo humano son muchas y diversas.

La escasez de agua en muchas regiones del mundo contrasta con el consumo desmedido que el modelo de vida occidental lleva aparejado, motivado, principalmente, por una escandalosa falta de percepción del agua como un bien escaso, e incluso de lujo, que hace que el derroche en su utilización sea una práctica generalizada en todos aquellos países que tienen las instalaciones necesarias totalmente integradas en la vida diaria de sus ciudadanos. Por lo tanto, la solución más inmediata pasa por involucrar a la ciudadanía en los procesos de gestión del agua para que conozcan de primera mano el funcionamiento del proceso, estableciéndose un sistema en el que el individuo tenga el protagonismo y la implicación necesarios en todas y cada una de las etapas hasta que el agua llega a sus mismos hogares. De ese modo actuarán de manera más responsable, habitando en ciudades que hayan evolucionado a una nueva concepción que promueva un carácter más ecológico e integrador. Quizás esta sea la única manera de llevar a cabo una correcta gestión del preciado y necesario líquido, y evitar así los desastres y las calamidades que podrían ocurrir en un futuro próximo y que la naturaleza nos está insinuando a base de advertencias.

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2 comentarios

  1. Maria

    Hola Jesús,

    Magnífico artículo y de candente actualidad y nunca mejor dicho.
    Inevitablemente esté bien esencial para las personas, la agricultura, la ganadería y en definitiva para la supervivencia de cualquier ser vivo, es un bien cada vez más escaso y lo peor es que miles de personas de países con la mayor escasez de agua incluido nuestro país, seremos los primeros en pagar las consecuencias si no actuamos “YA”.
    Los desechos industriales, el aumento de las temperaturas, la deforestación y la sobre explotación de los acuíferos son algunas causas que llevan a la contaminación y escasez de agua y en todos está la mano del hombre # El hombre es el peor enemigo del hombre#dijo una vez David Hume y no sabía hasta que punto tenía razón.
    Es necesario reducir la explotación de los acuíferos y embalses, crear más depuradoras y reducir la contaminación del agua.
    Estoy muy de acuerdo en que cada vez habrán más conflictos y que la guerra por el agua es un hecho que nos llevará a la falta de alimentos necesarios si no se toman medidas de manera urgente a nivel mundial.

    El agua se ha convertido en un recurso muy valioso. Hay algunos lugares en los que un barril de agua cuesta más que un barril de petróleo (Lloyd Axworthy)
    Hasta la próxima lectura 📖 nos vamos siguiendo 🙋🏻‍♀️🤗💙💦💧

    1. jgarcia

      Hola María,

      Gracias por leerme y por dejar tu comentario. Efectivamente, el hombre es el peor enemigo del hombre, aplicado a todos los niveles y en lo referente a todos los recursos que tiene al alcance de su mano. Cuando el agua escasee de verdad y exista el peligro real de que los países desarrollados tengan dificultades para abastecer a sus poblaciones, entonces habrá que echar mano de desalar las aguas de mares y océanos, y tendrán que buscar la manera de que esto sea factible y fiable. Hasta entonces, queda esperar y ver qué soluciones aportan los ineptos que están al mando.

      Un saludo y gracias de nuevo. Nos vamos siguiendo 🙏🏻🙋🏼‍♂️🤗

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