Veneno de Estado

«La pasión puede ser destructiva y feroz cuando la mueven el fanatismo y el racismo. La peor de todas, la que ha causado más estragos en la historia, es la pasión nacionalista»

Mario Vargas Llosa

Parece que la pandemia, poco a poco, va quedando como un lejano recuerdo en la sufrida memoria colectiva. Las polémicas campañas de vacunación, el levantamiento progresivo -aunque lento- de las restricciones, la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán y ahora el problema energético a nivel global y la amenaza que planea sobre el mundo de un posible apagón a gran escala, son temas que han ido enterrando poco a poco al COVID-19, que, si bien aún no ha desaparecido del todo, su presencia en los medios y en la sociedad es ya meramente testimonial.

Pero no todo ha sido malo para España en lo referente a la pandemia, aunque decir esto sea algo aparentemente ilógico y sin sentido. La realidad es que uno de los problemas internos más graves que tenía el país se ha solucionado en segundo plano, sin tener que realizar otra acción que no fuese olvidarse de él. Y es que la extrema situación de emergencia que sacudió al mundo durante 2020 provocó que los independentistas catalanes se desmovilizasen y perdieran interés en el proceso soberanista de Cataluña en favor de las preocupaciones ligadas a la cuestión sanitaria, y el movimiento, aún con trazas de rebeldía, quedó totalmente engullido por la pandemia. Como prueba de esto, recordemos la salida de Joaquim Torra del gobierno catalán en septiembre de 2020, que en otro contexto habría sido motivo de manifestaciones multitudinarias y sin embargo pasó prácticamente sin pena ni gloria, con unos pocos episodios de protestas callejeras que pronto quedaron opacados por la segunda ola de COVID-19.

Concentración independentista en la plaza de la Catedral de Barcelona. Imagen tomada de cronicaglobal.elespanol.com

Según la Real Academia Española, se conoce como independentismo al movimiento que propugna o reclama la independencia de un país o de una región, respecto del Estado o Estados en que se circunscribe. Suele apoyarse principalmente sobre la tesis de que el territorio que se quiere independizar es en sí mismo una nación con su propia historia, lengua y cultura, afirmando además que dicha nación no alcanzará nunca su plena madurez cultural, social o económica mientras continúe formando parte del estado del que se quiere independizar.

De hecho, podría decirse que, en la mayoría de los casos, el independentismo viene motivado por un importante componente económico, considerándose que la administración de la hacienda será más favorable a la nación cuando ésta sea independiente. Por citar algún ejemplo, en Cataluña (España) los políticos separatistas han jugado hábilmente con la baza de que el Estado español les robaba el dinero que les pertenecía a ellos legítimamente a través del cobro de unos impuestos desmesurados para engañar a una gran mayoría de catalanes y hacerles desear la independencia sin importar las consecuencias. En Irlanda del Norte (Reino Unido), los atentados y la actividad armada eran justificadas por la discriminación económica que sufrían los católicos en relación con los protestantes.

Army Patrol, de Clive Limpkin. Tomada en 1971 en Irlanda del Norte. Fuente: pics.onsizzle.com

Pero no solo lo económico juega un papel crucial en este tipo de movimientos. Las diferencias religiosas entre diversas zonas de un país pueden motivar el surgimiento de un nacionalismo, especialmente si una de las religiones existentes en el país tiene privilegios. Como ejemplo, de nuevo Irlanda de Norte, y en la Europa de la década de los 90 del siglo pasado fueron las guerras yugoslavas, en donde los pueblos bosnio, croata y serbio, étnicamente procedentes de la misma raíz y que hablan el mismo idioma, se diferenciaban entre ellos por sus creencias religiosas. En África, a principios de la década de los 80 del siglo pasado, Yaffar al-Numeiry, el entonces presidente de la República Democrática de Sudán, anunció el establecimiento de un Estado islámico y la aplicación de la sharia en todo el país, provocando con ello el levantamiento de la población del sur del país, mayormente animista y cristiana, teniendo como consecuencia el estallido de la Segunda Guerra Civil Sudanesa que desembocaría en la creación de dos nuevos estados: República del Sudán y República de Sudán del Sur. 

La destrucción de Vukovar, Croacia, tras un largo asedio. Imagen tomada de elmundo.es

Con respecto a la ideología política reinante en los independentismos, no existe un consenso claro acerca de cual es la dominante. Mientras que hay movimientos dominados -en teoría- por ideologías de izquierda, como por el ejemplo el catalán o el escocés, y de derecha, como el de la Liga Norte en Italia, que pretendió la independencia de la región denominada Padania, lo cierto es que, por lo general, los movimientos independentistas aglutinan diversas ideologías y creencias y no siguen un patrón claro con respecto a una doctrina política concreta. Es decir, si compartes y apoyas nuestra causa eres bienvenido, sin importar tu ideología política. Son lo que se conoce en politología como partidos atrapalotodo, metapartidos e incluso partidos escoba. En realidad, el independentismo no es ideológico, ni identitario, ni nacionalista. Es un independentismo práctico.

Tal y como se recoge en este artículo del diario La Razón, en el mundo hay más de 60 movimientos secesionistas, según los cálculos del experto en independentismo Ryan D. Griffiths, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Escuela Maxwell de Ciudadanía y Asuntos Públicos de la Universidad de Syracuse. En su opinión, y dado el gran costo de salida -o ruptura- para ambas partes, no cree que se deba permitir que las naciones aspirantes celebren referendos frecuentes en los que solo necesitan obtener una mayoría simple. Además, los gobiernos soberanos tienen una serie de herramientas a su disposición para frustrar a los secesionistas, los cuales tendrían también que coaccionar y/o convencer a su gobierno y a la comunidad internacional para que los reconozcan, algo nada sencillo en el panorama geopolítico internacional actual. Por tanto, el profesor Griffiths afirma que lograr la independencia es bastante difícil y la mayoría de los movimientos secesionistas fracasan.

Movimientos independentistas en Europa que reclaman un rediseño de fronteras y que cuentan con representación en parlamentos regionales o nacionales. Imagen tomada de elordenmundial.com

En ocasiones, estos levantamientos cuentan con la ayuda de potencias extranjeras, cuyo único fin es desestabilizar Estados o regiones enteras. Por ejemplo, es conocido el hecho de que países como Rusia ayudan a encender estos movimientos separatistas, ya que, para el caso de este último, una Europa unida es una mayor amenaza que una dividida. Varios servicios de inteligencia, entre ellos el español, por supuesto, informaron de la injerencia rusa en el independentismo catalán, y no pocos medios de comunicación dedicaron extensas crónicas a tratar el tema. Por citar alguno, este artículo de The New York Times en el que se afirma que hay informes de inteligencia que sugieren que un colaborador – Josep Lluis Alay- de un líder separatista catalán -Carles Puigdemont- buscó ayuda de Rusia para su lucha por independizarse de España, y casualmente, un grupo de protesta surgió poco después. ¿Coincidencia? Parece muy poco probable.

Un grupo llamado Tsunami Democràtic interrumpió las operaciones del aeropuerto de Barcelona en 2019. Imagen tomada de nytimes.com

Como regla general, tras los movimientos independentistas se esconden políticos astutos, engañadores profesionales que se ganan a su público básicamente contando embustes y adulando a los colectivos más vulnerables, como es el caso de los ancianos, a quienes les prometen subidas de pensiones argumentando que las actuales son míseras porque el estado opresor al que pertenecen les roba el dinero que legítimamente les pertenece, o el de los jóvenes, que se sienten frustrados por ser una generación muy preparada que sufre una escasez casi total de oportunidades. Pero esos políticos no buscan el bien de su pueblo al estilo de Robin Hood, sino que miran por su interés y persiguen colmar sus aspiraciones personales en un alarde de narcisismo imprudente y peligroso. Tan peligroso que puede acarrear un cataclismo de consecuencias difícilmente cuantificables. En el caso de Cataluña, referido aquí por ser el más célebre de los que adolece España, quedaría fuera de la Unión Europea y parece bastante claro que ningún miembro de la misma reconocería su independencia, con lo que, además, tendría que decir adiós a la protección del Banco Central Europeo y su moneda dejaría de ser el euro, los catalanes no podrían moverse libremente por la UE -vuelta a las fronteras y  a los visados-, quedaría fuera de decenas de acuerdos comerciales -tal y como le ha pasado al Reino Unido-, la deuda de Cataluña dejaría de ser absorbida por España como Estado soberano y la caja de las pensiones para sus ancianos quedaría en números rojos. Imaginen los efectos que tendría todo lo citado para un nuevo Estado como Cataluña si, para el Reino Unido, que a fecha de su salida de la UE era la quinta economía del mundo, primera potencia militar europea y emporio en el uso creativo de las nuevas tecnologías y las industrias del talento, han sido desastrosos y con unos costes aún por calcular. Solo imaginen.  

El camino por el cual quieren conseguir la independencia. Barcelona, octubre de 2019. Imagen tomada de elmundo.es

Pese a que los independentistas catalanes suelen compararse con los escoceses, lo cierto es que las situaciones de ambos movimientos son radicalmente diferentes. Primero, por el contexto político interno y situación geopolítica tan distintos que viven España y el Reino Unido; segundo por la situación tan desigual que experimentan Cataluña y Escocia como regiones dentro de sus propios países. Como se recoge en este artículo de FXCM, la independencia de esta última representaría, sin ningún género de duda, una pérdida para el Reino Unido y también para la propia Escocia, ya que se vería obligada a afrontar los mismos problemas que se han citado anteriormente para el caso de Cataluña -teniendo que solicitar igualmente el ingreso a la UE-. Pero hay una salvedad: Escocia es una economía comparativamente más pequeña que el Reino Unido, pero también es comparativamente más rica considerando sus recursos per cápita, con lo que la suma de la riqueza de Escocia que se distribuye actualmente al resto del Reino Unido, tras la independencia beneficiaría a la población escocesa, más pequeña. Igualmente, el Reino Unido perdería el control sobre los suministros clave de petróleo y gas natural proporcionados por Escocia, además de otras exportaciones importantes, que situarían a esta última, según cálculos de la OCDE, entre los 15 países más ricos en términos de PIB per cápita -actualmente es la 57ª economía más grande del mundo- si lograra la independencia, colocándola por delante de países como Francia y el propio Reino Unido.

El independentismo escocés se manifiesta en Glasgow por un segundo referéndum en mayo de 2019. Imagen tomada de lavanguardia.com

Sin embargo, para el caso concreto de Escocia -y en cierto modo también para Cataluña- la pandemia ha jugado a favor de la unidad y la unión. Y es que, como recoge este artículo de La Vanguardia, un cierto número de escoceses ha aceptado el argumento de Boris Johnson de que la pandemia es la mejor demostración de que Escocia está mejor dentro del Reino Unido, porque se ha beneficiado del éxito de la campaña de vacunación -una de las más rápidas del mundo y la más rápida de Europa- y de las enormes ayudas estatales a las empresas en riesgo de quiebra y a los trabajadores.

Aunque para combatir el separatismo no hace falta esperar a desastres naturales -aún está por ver si la pandemia es el resultado de algo natural, accidental o intencionado- como el vivido durante el año 2020 y parte de 2021 en el que claramente los ánimos independentistas se han enfriado sobremanera. Se puede hacer por la vía política, legal y pacífica con los mismos o incluso mejores resultados, como fue el caso de Canadá y su provincia de Quebec mediante la aprobación de una ley llamada Ley de Claridad Clarity Act en inglés y Loi de clarification en francés-, según la cual  aceptó que hay medios que un Estado democrático no debe emplear para retener contra su voluntad a una determinada población concentrada en una parte de su territorio, pero también estableció las condiciones concretas para llevar a cabo un intento de secesión.

Montreal (Canadá), 27 de octubre de 1995. Imagen tomada de rcinet.ca

A la luz de lo expuesto en este artículo, parece muy improbable que una región que se vea golpeada por el separatismo pueda finalmente llegar a ser independiente y formar un Estado soberano reconocido por la comunidad internacional. Y si lo consigue, es a través un proceso plagado de complejas negociaciones y acuerdos que se puede prolongar durante años, desembocando en una situación caótica y muy delicada a nivel económico, político y social tanto para el nuevo Estado como para aquel del que procede. Por consiguiente, el independentismo no puede menos que ser calificado de lacra y peligro para el mundo en el que vivimos, suponiendo un riesgo muy serio contra nuestra seguridad y estabilidad.

En el caso concreto de España, para que ésta pueda hacerse respetar en el mundo y hacer gala de una política exterior fuerte y creíble, primero debe dar la imagen de ser un país cohesionado y con una unidad territorial sólida, no puede ser un territorio fragmentado y dividido, afectado por fuerzas centrífugas que puedan llegar a provocar su desintegración. Este es, entre otros, uno de los principales retos para los próximos años: la unidad social y territorial, dejando de lado los movimientos independentistas destructivos y las políticas populistas que no hacen otra cosa que poner en riesgo el estado de bienestar social del que todos -o casi todos- disfrutamos hoy en día.

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4 comentarios

  1. Maria

    Hola Jesús,

    En tu artículo has hecho un análisis muy acertado sobre la situación que se vive en Cataluña. Es cierto que la pandemia ha frenado de alguna forma las continuas manifestaciones y las oleadas de destrucción sufridas en Barcelona en los últimos tiempos a manos de los radicales independentistas, pero estoy segura de que en el momento en que la pandemia se estabilice, porque lo hará y nos acostumbremos a convivir con ella, volverán de nuevo a producirse nuevas manifestaciones ya que el gobierno central que tenemos no hace nada por evitar dicha situación. Lo más triste de esto es que la gente como tú bien dices, vive engañada por unos políticos que lo único que hacen es regalar los oídos y mentir como bellacos y toda esta situación lo único que genera son las disputas y distanciamiento entre hermanos, entre amigos y divide a la sociedad catalana entre los que están a favor y los que están en contra de la independencia. La ciudad de Barcelona que es hermosa por su gran patrimonio cultural, comercial y turístico se está viendo afectada y la imagen que se ha proyectado en el ámbito internacional como ciudad insegura ha sido muy destructivo. La prueba está en que numerosas empresas han marchado a otros puntos de la geografía española y varias de las ferias que se celebran en Barcelona, ahora lo hacen en Madrid o Valencia. Me da mucha pena ver todo lo que está pasando, pero si algo tengo claro es que no se van a salir con la suya. La mayoría de los catalanes están en contra del independentismo y eso es muy positivo.

    “España y sus pueblos tienen que estar unidos, porque todos somos españoles”.

    Me ha gustado mucho tu artículo, hasta la próxima lectura y nos vamos siguiendo . 🙋🏻‍♀️🤗👍

    1. jgarcia

      Buenas tardes María,

      Gracias por tus amables palabras. Es una pena que personas como tú, que seguro que no sois pocas, estéis sufriendo la lacra del independentismo, que no hace sino destruir una magnífica tierra en la que también vive gente buena que se siente española. Como sea, estoy de acuerdo contigo, no se saldrán con la suya, estoy seguro, porque el Estado tiene herramientas suficientes para frustrar cualquier intento secesionista instigado por políticos catetos y garrulos, engañadores profesionales e inútiles mayúsculos que se aprovechan mayormente de ancianos y jóvenes desesperados y frustrados. Y también estáis vosotros, por fortuna, con lo cual no lo tienen nada fácil y estarán chocando contra un muro una y otra vez hasta que comprendan que es inútil y desistan del empeño. Y todo esto puede aplicarse, casi con seguridad, a todos los movimientos (más de 60) que hay repartidos por todo el mundo.

      Gracias otra vez María por leerme y por tus geniales comentarios. Cuídate, que pases una buena semana y nos vamos siguiendo, 🙏🏻🙋🏼‍♂️🤗

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