Baile cósmico
Por Jesús García Jiménez

—Necesitas desconectar. Llevas allí mucho tiempo, solo, lejos de tu familia y de tu tierra.
—Lo sé, no sé si una desconexión definitiva o tan solo temporal, pero sí, necesito desconectar, llevas razón.
—Quizá sea hora de venir, de estar aquí un tiempo, de pensar. Seguramente veas las cosas más claras y se te presente la oportunidad de comenzar desde cero con renovadas fuerzas y, sobre todo, viendo las cosas desde una perspectiva diferente.
—Así lo creo yo también.
Dice una famosa leyenda atribuida a la ancestral cultura oriental que «un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper». Puede que la causalidad, el azar o como quiera llamársele, haya hecho de esta ilusoria y romántica aseveración una realidad en algunos casos. Pero si el lector me permite mi opinión, yo no creo que haya ningún cordel místico a prueba de contratiempos y de golpes del destino, y ni mucho menos libre de enredos, en especial de aquellos que se generan en la compleja trama de la mente humana. Las personas que de algún modo se encuentran, lo hacen arrastradas por la fuerza de unas circunstancias moldeadas por infinitos y en no pocos casos complejos factores, y ese encuentro puede generar una conexión especial con la intensidad necesaria para perdurar por siempre o puede hacerse añicos apenas se está gestando cual si de fino y frágil cristal de Bohemia se tratara. Pero no deja de ser una eventualidad, o si se prefiere, una sucesión de acontecimientos la que de manera ininterrumpida coloca en el camino a personas a modo de compaña en ciertos tramos y saca a otras que ya han cumplido su ciclo y han de marcharse empujadas por la mano suave pero implacable de la ventura.
En cambio, existe un tipo de conexión entre seres humanos que, aunque invisible e impalpable como el éter, forma parte del tejido del espacio y el tiempo a la manera de hebras de acero, irrompibles cualesquiera que sea la naturaleza de las circunstancias. Este potente enlace no carece de su lado mágico, místico, pero se fundamenta en un principio meramente biológico y natural, de carácter científico, que lo hace irrefutable. ¿Quién puede conocer mejor a una persona que aquella que la ha gestado durante un periodo de nueve meses en su propio vientre? ¿Acaso puede haber una conexión más intensa, poderosa y formidable que la establecida entre una madre y un hijo? Esa conexión comienza cuando apenas tiene lugar el microscópico encuentro entre células de diferente género, se desarrolla en los primeros meses de vida y perdura, salvo anómalas excepciones, más allá del vínculo físico -el cordón umbilical- por el resto de los días en la vida de ambos, estableciendo uno de los nexos más extraordinarios y de mayor intensidad que la mente humana es capaz de concebir. Algo que, como ya he dicho, puede tener algo de mágico y extraordinario, dada la circunstancia de que no es inusual que una madre sea capaz de adivinar cómo se siente aquel que moró en sus entrañas, de descifrar sus pensamientos o de saber dar el consejo apropiado en el momento exacto con la precisión de la cuasiperfecta maquinaria relojera suiza.
«Necesitas desconectar. Quizá sea hora de venir, de pensar». De pensar acerca de todo lo pensado, de desconectar de tanta conexión, de dar un descanso al cerebro y a la razón. Porque la fatiga mental existe, es real, y es mucho más devastadora que la fatiga física. Una vez que la energía necesaria para mantener vivas las tres potencias del alma humana -memoria, voluntad y entendimiento- se ha agotado o está próxima a agotarse, poco más puede hacerse. El cuerpo se convierte en un conjunto inservible formado por un tronco y sus extremidades, incapaces todos ellos de tener vitalidad más allá de la estrictamente biológica. El sueño se vuelve un acto esquivo y escurridizo que solo ofrece una duermevela fatigosa y frecuentemente interrumpida, el cerebro emplea el poco vigor que aún conserva para mantener al pobre desdichado en alerta consciente y subconsciente, de modo que cuando el cansancio le gana la batalla solo ve un manto de oscuras tinieblas tras el cual no hay solución posible, pese a haber oído infinidad de veces que todo tiene solución menos la muerte. Esos momentos de tan profunda y sombría confusión pueden ser un punto de no retorno, un pozo tenebroso cuyo fondo está en las mismísimas entrañas de la tierra y del cual el salir se convierte en una tarea imposible; o puede ser una valiosa lección de vida que, bien aprendida, permita emerger de las cenizas del pasado como un ave fénix de plumaje incandescente. Todo depende de la capacidad de adaptación frente a esa situación adversa y perturbadora que nubla la razón y no permite a la racionalidad del alma humana discurrir con claridad que, efectivamente, todo tiene solución menos la muerte.
Pero ¿qué tan fácil es decir eso? ¿dónde está el tope de la propia resiliencia? Esa respuesta la tienen, y solo para ellos mismos, aquellos que han tenido la desventura de llevar su fortaleza mental al límite en situaciones que a nadie le hubiese gustado vivir o experimentar y que aún así han logrado mantenerse fuertes y saludables, esquivando o minimizando los efectos negativos del sufrimiento a largo plazo y revistiéndose con la armadura de la experiencia contra el estrés futuro. Usted que lee estas líneas, estará de acuerdo conmigo en que los cambios y desafíos son algo natural e incluso necesario en la vida cotidiana. Algunos son predecibles y brindan un margen de reacción, pero otros son inesperados y llegan repentinamente sacudiendo los pilares de la paz y la tranquilidad con la furia de un terremoto. Es en esos momentos cruciales cuando las habilidades mentales, innatas o aprendidas, se ponen en práctica para intentar contrarrestar la fuerza del impacto, aunque huelga decir que todo depende del contexto y la complejidad de las circunstancias. Una buena manera de mantener la cordura y la fortaleza mental es apoyarse en personas cercanas y queridas, merecedoras de confianza. Pero ¿y si todas esas personas están a miles de kilómetros de distancia? ¿y si estamos solos, sin alguien cercano en quien realmente se pueda confiar o de quien se pueda esperar algún tipo de ayuda o aliento?
En semejante tesitura, quizás algo extrema, no queda sino ser consciente y tomar nota de las propias reacciones ante esas situaciones complejas y difíciles, dejar que florezca la planta de la creatividad y tener la fuerza y voluntad suficientes como para intentar prever posibles escenarios futuros con la máxima precisión posible y poder afrontar con garantía una toma de decisiones; o dicho de una manera más pragmática, tener la determinación de pensar en enfoques nuevos y positivos. ¿Hay que ser autocompasivo? ¿hasta qué punto? La compasión no es más que un sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien, en este caso hacia uno mismo. ¿Es, por tanto, lo más adecuado tener un sentimiento de pena hacia uno mismo en el transcurso de una situación compleja y que lleva, además, asociada una carga de estrés emocional? «Date un respiro, lo estás haciendo lo mejor que puedes», podría decir alguien con el ánimo y la buena fe de reconfortar, de dar consuelo y de proporcionar algún alivio al alma atribulada. ¿Y si ese respiro se traduce en bajar la guardia? ¿y si se convierte en la puerta de entrada de otros contratiempos, de otras situaciones enrevesadas que no harían sino complicar aún más la ya de por sí precaria situación?
En ocasiones, el único puente capaz de vadear la corriente es la determinación para encontrar el lado positivo de la situación, nunca perder la esperanza de que mejore y ser optimista, ya que las vibraciones que emanan de las actitudes y la mentalidad entran en sintonía con las vibraciones del todo en una especie de baile cósmico, sutil y armonioso, en el que mucho de lo que se atrae es mucho de lo que se transmite y donde la predisposición para afrontar los acontecimientos es fundamental a fin de condicionar los eventos futuros. Todo lo que se siente y se razona traspasa la piel y termina expandiéndose alrededor, de modo que lo que hay en la mente sale automáticamente al exterior en base a una ley no escrita por la cual la naturaleza de las emociones, sentimientos y pensamientos que trascienden juega un papel crucial en la forja de la posteridad que se abre en el horizonte.
8 likes en este postDate cuenta de que ahora, en este momento, estás creando. Estás creando tu próximo momento basado en lo que sientes y piensas. Eso es lo real
Doc Lew Childre Jr.
Muchas gracias a vos, Jesús por tus relatos, tus reflexiones tan profundas pero por sobre todas las cosas por invitar a tus lectores, tus interlocutores a repensar nuestras actitudes, nuestras formas de interactuar con el mundo y con nuestros pares.
Feliz jueves!
Karen🦋
Hola Jesús,
Hay momentos de nuestra vida en los cuales tenemos que tomar decisiones importantes y hay que llevarlas a cabo, plantearse nuevos proyectos, nuevas experiencias y hacer cambios en nuestras vidas, que en un principio nos pueden asustar pero, que con el tiempo nos damos cuenta de que el paso tomado es una decisión acertada.
Estar cerca de nuestros seres queridos es un gran apoyo para dar ese paso. Cambiar de aires y hacerlo de la manera más positiva posible, para adaptarnos mejor a los nuevos cambios.
Cuando pasamos por malos momentos hay que seguir viviendo, porque vivir es sufrir, sentir miedo, desgana… Hay que actuar para mejorar nuestra vida a largo plazo, para construir una vida mejor, hay que seguir avanzando. Y en ese sentido es necesario aprender de las experiencias tanto positivas como negativas, para poder crecer como persona.
Darte un respiro, no es bajar la guardia, es permitir que la mente se relaje para coger fuerzas. Vivimos de un lado a otro y sentimos que al día le faltan horas para llegar a todo. Debemos sacar tiempo para uno mismo. No somos máquinas, somos humanos y es necesario vaciar la mente y liberar estrés.
Y cómo bien has dicho: “Hay que encontrar el lado positivo de la situación, nunca perder la esperanza y ser optimista” esa es la actitud.
Para terminar te dejo esta cita:
Cuando la adversidad te golpea, es cuando tienes que ser más tranquilo. Dar un paso atrás, permanecer fuerte y seguir adelante (LL Cool J). Mucha fuerza y un fuerte abrazo, cuídate y nos vamos siguiendo 👉 🙋🏻♀️🤗👈
Hola María,
Muchas gracias por pasarte por el blog y por leerme, y por aportar tus siempre bien razonados y completos comentarios.
Estoy muy de acuerdo contigo, hay que actuar para mejorar nuestra vida a largo plazo, para construir una vida mejor, para seguir avanzando, y no hay otro modo de hacerlo que aprendiendo de las experiencias tanto positivas como negativas que tenemos la oportunidad de experimentar en este arduo proceso que es la vida.
Gracias otra vez y nos vamos siguiendo. Cuídate,
🙏🏻🙋🏼♂️🤗
Hola Jesús, espero estés bien. Yo aquí, leyendo tu microrrelato…
Dejame decir que estoy de acuerdo con que la fatiga mental es la peor de las fatigas, no deja a uno ser consciente, ver las cosas con claridad. Hasta el más sencillo de los razonamientos puede volverse agobiante. Es en ese momento en el que hay que frenar, dar ese necesario descanso a la mente, que es al fin y al cabo la que maneja todo nuestro organismo.
Y en esos casos, donde uno ve todo oscuro, porque no tiene capacidad de reacción, es que, (y no me refiero a bajar los brazos, eso nunca debe hacerse) hay que dejarse ayudar por las personas que uno ama y aman a uno. Ellos siempre tendrán una palabra de aliento, un consejo sabio para brindarnos. Serán cuasi un refugio para nuestra mente agotada y nuestro cuerpo abatido. Y en ese refugio es donde uno vuelve a ver todo con claridad y puede comenzar de nuevo. Porque a veces es necesario pasar por estas situaciones para hacernos fuertes y aprender.
Creo que el ser humano no deja de aprender hasta el último de sus días… y es en esas encrucijadas que nos pone la vida, donde nos damos cuenta cuan fuerte y resiliente somos.
Pero ante estas circunstancias lo que hay que hacer indefectiblemente es no perder la esperanza, como tú dices. Mantenerse firme con la fe de que todo irá bien. Porque no tengo dudas de que si uno vibra alto, esa buena energía de alguna u otra forma vuelve a nosotros.
Hola Julieta,
Gracias por leerme y por aportar tan excelente comentario. Estoy de acuerdo contigo en todo lo dicho, pero quiero recalcar el punto de que todo ser humano está aprendiendo hasta el último día de su existencia, y aún así, nunca estará exento de cometer errores, tristemente. Ley de vida, podría decirse.
Por otro lado, y como tú dices, hay que vibrar alto, esa es la manera en que atraemos hacia sí lo positivo porque, como refiero en el texto, mucho de lo que se atrae es mucho de lo que se transmite. Y esta es otra ley de vida, no escrita.
Muchas gracias por tus comentarios y tu tiempo.
Nos vamos siguiendo, 🙏🏻🙋🏼♂️🤗
Hola Jesús!
Siempre te leo de noche cuando seguramente estás durmiendo.
Muy interesantes tus reflexiones y cuestionamientos entorno a esa capacidad de resiliencia que nos permite mantener cierto equilibrio entre nuestra realidad y lo que desearíamos o esperamos que suceda en nuestras vidas en contacto con el otro (pares, familiares, amigos, colegas, parejas, etc)
Supongo que construimos ciertas relaciones más o menos profundas de acuerdo a con quienes interactuamos.
En cuanto al « hilo rojo » comparto tu opinión con respecto al que muchas veces ese hilo que suponíamos o deseábamos que no se rompiese jamás, termina por deshilacharse y deshacerse sin haberlo planeado.
El sentido y la importancia atribuida a los lazos de amistad por ejemplo no es igual en todos las culturas.
A veces pienso que de haber un hilo rojo podría asociarlo a la relación madre/hijo como has nombrado en tu relato o a ciertos vínculos de amistad que se sostienen por siempre aunque no son tan frecuentes.
Como todo en la vida, lo ideal es encontrar el equilibrio y no es nada fácil claro está.
Sin lugar a dudas, todos necesitamos sentirnos apoyados, queridos, deseados, acompañados.
Si pensamos demasiado, si nos cuestionamos mucho, si buscamos respuestas a preguntas difíciles de responder, si estamos lejos de esos abrazos, de esas miradas que lo dicen todo sin pronunciar palabra, por momentos la vida se nos hace cuesta arriba y nos agobia mentalmente.
Sin embargo, replantearnos nuestras acciones o ideas, enfocándonos en lo que nos hace bien, en lo que realmente deseamos, creo que es el camino correcto.
¿Necesito parar? Pues paro un momento.
¿ Deseo ver a mi familia y amigos? Me organizo para permitirme algo tan importante como el estar junto a mis afectos.
¿Siento que me estoy sobre exigiendo y sufro física o afectivamente por ello? Me tomo mi tiempo para buscar aquello que alegra o reconforta un poco cada día por más insignificantenque me parezca.
Cada decisión importante merece una reflexión. Pero permitámonos de tanto en tanto relajarnos, reconocer nuestras debilidades e ir en busca de aquellas pequeñas grandes cosas que son un mimo para el alma, que nos sacan una sonrisa, que nos permiten sentirnos vivos en este mundo tan convulsionado.
De vez en cuando, dejémonos ir, sentir y pongamos en pausa ciertos pensamientos que nos recuerdan sólo nuestras obligaciones pero olvidan nuestras necesidades más profundas.
Un gran abrazo Jesús y muy buen comienzo de semana!
Karen 🦋
Hola Karen,
En primer lugar quiero darte las gracias por visitar el blog y por leerme, y además, por aportar un comentario tan completo e interesante.
Efectivamente, construimos nuestras relaciones en base a aquellos con quienes interactuamos. Dices también que si buscamos respuestas a preguntas difíciles de responder, la vida se nos hace cuesta arriba y nos agobia mentalmente, y no puedo estar más de acuerdo contigo. De hecho, todo el mundo sabe que los ignorantes son los más felices precisamente por eso, porque ignoran el lado «no amable» de la vida.
Muchas gracias otra vez Karen, por tus profundas y fantásticas reflexiones.
Nos seguimos, 🙏🏻🙋🏼♂️🤗