Microrrelato

¿Nace o se hace?

Por Jesús García Jiménez

En estos tiempos funestos, en los que nos hayamos inmersos en el desconcierto y el desasosiego más absolutos, en los que se nos intenta malear desde todos los niveles de la sociedad, empezando por los círculos sociales más cercanos y los centros de trabajo y terminando en las más altas esferas gubernamentales, casi siempre mediante el juego sucio, el engaño, la manipulación y la desinformación a través de sutiles -o a veces descarados- ataques psicológicos, entre otras muchas herramientas que utilizan los poderes y las élites para tener a la sociedad aborregada y maniatada, el hecho de mantenerse informado, aunque esa información venga sesgada y manipulada desde el mismo origen, puede ayudar a crear un juicio crítico, a que nos cuestionemos lo que vemos, el cómo y el porqué de lo que nos rodea. Una de las formas de hacerlo es leer contenido de diferentes medios e ideologías -esto es muy importante-, intentar leer la misma noticia desde perspectivas diferentes y entonces, con nuestra capacidad de juicio critico, dilucidar acerca del hecho en cuestión. Precisamente esto es lo que hago todas las mañanas que mis circunstancias personales y laborales me lo permiten, frente a mi café matutino. Hago un repaso por los principales medios de comunicación del país para estar al tanto de la actualidad política y geopolítica en el mundo. Y así, en unos de esos cyberpaseos por la prensa, vine a toparme con un interesantísimo artículo de corte científico en el que se abordaba el tema de las emociones humanas, que según la Real Academia Española, son esas alteraciones del ánimo intensas y pasajeras, agradables o penosas, que van acompañadas de cierta conmoción somática. Mientras improviso y transformo mis pensamientos en una suave sucesión de golpecitos en el teclado, me viene a la cabeza una definición más abstracta pero también más demoledora: las emociones son todo aquello que han forjado, forjan y forjarán el mundo en el que vivimos.

El referido artículo recogía que los seres humanos tenemos un mecanismo biológico en el cerebro llamado amígdala cerebral, que forma parte de la estructura más antigua de este órgano. Esta tiene la capacidad, o mejor dicho la función, de recibir información de los sentidos para convertirla, mediante un complejo proceso a través de millones de conexiones neuronales, en percepciones que a su vez generan reacciones a todos los niveles conformando lo que se conoce como emociones. Hay que tener en cuenta que, además de las mencionadas conexiones neuronales, en la elaboración de las percepciones influyen diversos aspectos menos ocultos y más mundanos, como son la genética, la crianza, la cultura y las propias experiencias personales y, por tanto, las emociones son consecuencia directa de factores biológicos, psicológicos y sociales, de la propia identidad y de los cánones culturales que conforman el entorno del individuo. Son, en esencia, una manifestación de la experiencia vital de cada persona y ello explica los diferentes niveles de sensibilidad frente a un mismo estímulo.

En el texto además se referían las siete emociones universales que se manifiestan en expresiones faciales claras, a saber: el enojo, el desprecio, el disgusto, el miedo, la alegría, la tristeza y la sorpresa. Estas manifestaciones que afloran de manera espontánea, y que solo pueden ser controladas y disimuladas por parte de personas muy entrenadas y con una altísima capacidad de autodominio y compostura, se dan por igual en todos los seres humanos, más allá del nivel sociocultural o las condiciones médicas. Con la evolución, los humanos transformaron esas reacciones primitivas en respuestas que se van forjando en el interior de cada individuo. Un ejemplo: el miedo, que en origen es un mecanismo de defensa, puede derivar en odio, que es un rechazo construido por la corteza superior del cerebro. «Miedo y odio» pensé, levantado la vista de la pantalla y asiendo mi taza de café. Me levanté y me acerqué a la ventana de la habitación, observando los impertérritos edificios y los árboles que, al fin y al cabo, no me ofrecen una mala panorámica desde mi particular rincón en el mundo. Di un pequeño sorbo y comencé a reflexionar acerca de una de las consecuencias de esa deformación que transforma el miedo en odio. «Las fobias son miedos intensos y desproporcionados ante objetos o situaciones concretas, y una de las tantas que existen es la xenofobia, o el miedo a los extranjeros. Realmente está todo relacionado, unido como los eslabones de una misma cadena, ya que el racismo -concepto ahora muy en boga en los debates sociales- persiste porque hay un miedo inherente del ser humano hacia el otro, hacia el que es diferente, porque siempre y de manera inconsciente, buscará diferenciarse de otros para reforzar su auto concepto. Y eso no es más que la ley de la evolución natural, el buscar salir victorioso en la competencia por sobrevivir y dar continuidad a la raza».

«La desconfianza absoluta, que al fin y al cabo es un subproducto del miedo sobre el cual se apoya directamente el racismo, puede a veces combinarse con un clasismo que arrastra siglos de historia -derivado de los colonialismos- y con una peligrosa falta de identidad, algo que hace que el racismo pueda ir en todas las direcciones y no solo de blancos a negros, por ejemplo», razonaba mientras vi pasar a un grupo de chicas de instituto -a juzgar por sus uniformes escolares- de tez muy morena la mayoría de ellas, todas vistiendo el hiyab de la fe islámica. Acto seguido, a unos pocos pasos de distancia, pasaba un grupo de chicas también de instituto y presumiblemente pertenecientes al mismo centro educativo que aquel que le precedía, la mayoría de ellas de tez muy blanca y con largas melenas de pelo rubio o pelirrojo, que hablaban animadamente, bromeaban o prestaban atención a la pantalla de su teléfono sumergiéndose en su propio y abstracto mundo virtual. Pero hubo algo que me llamó la atención poderosamente, y es que ambos grupos iban separados, heterogéneos entre sí. «En definitiva, se trata de una actitud etnocéntrica o sociocéntrica, que separa el grupo propio del ajeno considerando que ambos están constituidos por esencias hereditarias e inmutables que hacen de los otros, de los ajenos, seres inadmisibles y amenazadores. Y otra vez, el miedo derivado de una percepción de amenaza. Percepción que claramente no todo el mundo desarrolla, por lo que cabría preguntarse -cuestión muy interesante y no exenta de polémica- si las personas racistas lo son porque tienen una mayor sensibilidad y, por ende, son más susceptibles a tener problemas para regular sus emociones, lo que se traduce en reacciones primarias derivadas, por ejemplo, del miedo -otra vez-, dificultad para reflexionar y tener una emocionalidad más alta de lo común. Es decir, estas personas son propensas a responder de forma no propiamente sana, socialmente inaceptable o políticamente incorrecta, como quiera llamársele, frente a ciertos estímulos».

Di otro sorbo a mi taza de café, que ya iba perdiendo su otrora brío térmico, y sin apartar mi vista del exterior continúe con mis reflexiones. «No hace mucho que escribí un artículo en el que dejaba abierta una pregunta que tiende a ser respondida muy rápido y sin vacilación alguna pero que, en mi opinión, merece un análisis más profundo y la consideración de varios aspectos no poco complejos que influyen en el fenómeno en cuestión, ya que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos demasiado, que el racismo nace del miedo a lo desconocido y a su vez sabemos que el miedo es un sentimiento inherente al ser humano, es algo que habita dentro de la propia alma y que no se aprende. ¿Puede afirmarse, por tanto, que en cierto modo el ser humano nace racista? ¿es el racismo un sentimiento íntimo y esencial de la condición humana? Esto tiene algo de estructura matemática: si A = B y B =C, entonces A= C». Respecto a esta pregunta se abre un amplio debate, pues hay quien afirma rotundamente que no, que una persona jamás nace racista, que se hace racista porque se le enseña a que lo sea inculcándosele el sentimiento de odio hacia otras personas de diferente color de piel, creencias, culturas, etc. Pero también hay quien sostiene que sí, que el racismo, como una especie de miedo que es, nace con el ser humano como parte de su condición, porque ¿quién puede asegurar que, en estos tiempos en los que todo está permitido con tal de doblegar y controlar a la población con fines políticos, comerciales y Dios sabe qué más, no se ha sembrado la semilla del racismo, o mejor dicho, introducido el término racismo para ser a su vez castigado por aquellos que lo implantaron? Sin ir más lejos y aportando como ejemplo una situación hipotética pero nada descabellada, un acto racista puede desembocar en revueltas sociales -recuerde lo sucedido en América y el mundo en general con el movimiento Black Lives Matter– que a su vez justifiquen un control policial más férreo mediante un cuerpo de policía federal al estilo de la Gestapo, con ojos y oídos en todos lados y con el permiso y los medios necesarios para reprender, llegado el caso, con la dureza requerida y sin escatimar esfuerzos.

Y usted, ¿qué opina? El racista, ¿nace o se hace? A continuación, le recomiendo la lectura de este interesante y no menos sorprendente artículo de la BBC, en el que se abordan ciertas cuestiones que pueden hacerle dudar acerca de su propia conducta porque quizá, bajo determinadas circunstancias e inconscientemente, ponga en práctica de forma asidua alguna forma de racismo. Y repito, todo inconscientemente y aun sin saberlo.

No nos olvidemos de que las causas de las acciones humanas suelen ser inconmensurablemente más complejas y variadas que nuestras explicaciones posteriores sobre ellas

Fiódor Dostoyevski
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6 comentarios

  1. María

    Hola Jesús,

    Muy interesante tu artículo. Desde mi más humilde opinión, creo que las personas no nacen racistas, las personas se hacen racistas. Creo que los niños y niñas tienen que ser educados desde muy pequeños en valores como la tolerancia, el respeto y la igualdad entre personas sean del sexo, raza, religión o extracción social que sean. Tienen que aprender a relacionarse y aprender que todos somos iguales y por ello es necesario una educación multicultural.
    Los padres también juegan un papel muy importante en la educación y es necesario que enseñen a sus hijos que no tienen que ser racistas.
    Debemos relacionarnos con personas de otras razas y culturas para poder conocerlas, entenderlas y de esa forma crear confianza. De esa forma perderemos el miedo a lo desconocido.

    Nelson Mandela dijo:
    “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, por su origen o por su religión. La gente puede aprender a odiar, y si puede aprender a odiar, se le puede enseñar a amar, porque el amor se encuentra de forma natural en el corazón del hombre”.

    Hasta la próxima lectura. Nos vamos siguiendo 🙋🏻‍♀️🤗✍️👦👧🏾🧑🏽‍🦰👦🏿

    1. jgarcia

      Hola María,

      Gracias por tu comentario y por expresar tu opinión de una forma tan clara, rematándola con esa cita tan celebre y conocida de Nelson Mandela.

      Gracias otra vez. Cuídate y nos vamos siguiendo 🙏🏻🙋🏼‍♂️

  2. Hola amigo Jesús! 👋🏻👩🏻‍🦰
    Me encantó que vieras a personas de cabello pelirrojo 🤭 desde la ventana. Un comentario chistoso es que yo desciendo de esa raza de pelirrojos dónde es muy difícil de encontrar a dónde quiera que vayas… Y si vives en México todos se van a pellizcar mientras piden un deseo porque »somos de buena suerte» 🤪 me imagino por la escasez y lo raro que es. Aún que cuando estaba en Edinburgh y Dublín era mucho más notorio encontrarlos. Yo sentía que había encontrado mi hogar perdido al estar en esos lugares. 🤭 A cuanto a la amígdala y su funcionamiento te recomiendo mucho el libro de Daniel Goleman »La inteligencia emocional» un libro muy científico pero que explica mucho nuestro comportamiento. Muy interesante como siempre leerte.
    Saludos desde Pittsburgh. 😃

    1. jgarcia

      Hola Lizú,

      Un placer como siempre tenerte por el blog y que me leas. Y gracias por tu comentario, entre cuyas líneas puedo leer infinidad de anécdotas debido al color de tu cabello. Aquí en Escocia y en buena parte de Irlanda hay muchos pelirrojos, no son algo inusual en absoluto, pero estoy seguro que en un país como México debe ser algo cuanto menos sorprendente.

      Gracias también por tu recomendación acerca del libro, le echar’e un vistazo pues ya sabes que soy una mente bastante inquieta y siempre sedienta de conocimiento, como tú. Cuídate mucho por los States, seguimos en contacto. Saludos desde Glasgow (UK) 🇬🇧

  3. Jorge

    Hola buen amigo, interesante artículo para reflexionar. Bajo mi humilde opinión creo que el ser humano se hace racista según las experiencias personales y la educación recibida desde la infancia.
    Yo, por ejemplo, por mi profesión me considero más racista que cuando vivía en mi niñez y adolescencia. Todo ello es provocado por datos empíricos y estadisticos de delincuencia de la población no autóctonas de nuestro país, muchas veces para sobrevivir y otras porque no se adaptan a las normas que regulan nuestro régimen socio-politico.

    1. jgarcia

      Hola amigo mío,

      Me alegra tenerte por aquí y te agradezco que hayas sacado un hueco en tu ocupada rutina para leerme. También agradezco tu comentario, que no es ni más ni menos que un reflejo de lo que tú y muchos otros héroes anónimos hacen por mantener la seguridad en el país. Sin duda algo que ha forjado tu carácter, tu opinión y por tanto tus emociones en los ‘últimos años.

      Un saludo y buena fortuna para ti y toda tu familia. Un abrazo amigo, estamos en contacto.

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