Bucles y paradojas
Por Jesús García Jiménez

La vida está llena de paradojas, algunas de ellas divertidas y curiosas, otras tristes y nada sugestivas, y las hay incluso que están esbozadas con ciertos trazos de dramatismo. La mayoría de ellas simplemente pasan desapercibidas, porque de un modo u otro conforman los pilares sobre los que se sustenta la vida cotidiana de quienes llevamos, al menos a grandes rasgos, una existencia básicamente normal. Eso pensaba yo la otra mañana mientras, situado junto a la ventana con una taza de café entre mis manos, observaba la emersión de un sol radiante sobre los tejados de los centenarios edificios situados hacia el este. «Cuando tengo que andar forzosamente en otras ocupaciones, asomas mostrando todo el esplendor del que eres capaz, que en honor a la verdad, por estas tierras no es que sea mucho. Aun así, ya podrías brindarme tu compañía los días que puedo permitirme dar un paseo tranquilamente por los magníficos parques de la ciudad, aunque te entiendo y no te culpo. Incluso tú deseas estar solo de vez en cuando y por eso pones las nubes a modo de cortina». Al girarme para dejar la taza sobre la mesa que había junto a mí, reparé en la revista científica que había estado ojeando el día anterior, abierta aún por el juego de páginas que recogía un titular tan llamativo e interesante como insólito: “El Big Bang pudo fabricar dos futuros diferentes”. Mis labios dibujaron una leve sonrisa, como hicieran el día anterior cuando, movido por el interés provocado por la noticia, compré la publicación para leerla y analizarla más detenidamente en la tranquilidad de la casa. «Los físicos, en especial los astrónomos, nos han acostumbrado en cierto modo a noticias extravagantes como esta. ¿Realmente tienen pruebas para llegar a este tipo de conclusiones? ¿Cómo pueden saber qué ocurrió en el Big Bang cuando éste acaeció, supuestamente, hace 13.800 millones de años?». Para el lector poco versado en la materia, me permito hacer una breve aclaración: el Big Bang, que en contra de la creencia popular no se refiere a una gigantesca explosión, fue, según la cosmología actual, el principio del universo, el punto inicial en el que se generó la materia, el espacio y el tiempo.
Pero centrémonos en el curioso artículo, y por qué no, démosle alas a la imaginación. En el texto tras el titular se explicaba que era una posibilidad que, tras el génesis de todo, el tiempo hubiese comenzado a correr en dos sentidos diferentes y opuestos, y con ello, estarían aconteciendo ahora mismo, en este preciso instante, dos realidades diferentes con sus respectivos futuros, también diferentes. Es decir, si Jano, el dios romano de las puertas, los comienzos y los finales -el cual se representa con dos caras, mirando hacia ambos lados de su perfil- hubiese estado en el punto mismo donde tuvo lugar el Big Bang, habría podido ver como el tiempo comenzaba a avanzar en dos sentidos opuestos, pudiéndolos observar simultáneamente con sus dos caras. «Dos flechas del tiempo, recorriendo dos presentes y cortando el aire a toda velocidad hacia dos futuros. ¿Qué presente? ¿el mismo en ambos casos? ¿el que nos encontramos viviendo nosotros? ¿o existe en otra dimensión temporal un presente diferente al nuestro? Y las mismas preguntas cabe hacerse respecto al futuro, pues éste es una consecuencia inmediata e inevitable del presente», reflexionaba mientras observaba una curiosa ilustración de corte futurista que adornaba y complementaba el texto. «Precisamente es al presente a lo único que deberíamos aferrarnos: lo que hoy seamos capaces de sembrar será lo que mañana estemos en disposición de cosechar. Somos libres de obrar y dueños de los propios actos, pero no de sus consecuencias, porque el correr del tiempo las empuja y aleja de nuestro alcance, dejándolas totalmente fuera de nuestro control».
A lo que vengo a referirme es que todo ser humano, en algún momento de su vida, hubiese deseado tener la posibilidad de volver atrás en el tiempo para cambiar algún aspecto o enmendar algún error que es la fuente de sinsabores y pesar en el presente, mientras que a menudo solemos olvidarnos del hecho de que en este preciso instante nos encontramos moldeando ese futuro que albergará las consecuencias de los actos de ahora, esas consecuencias que fluirán a nuestro alrededor envolviéndonos como el éter, sutiles e intocables, esquivas e inmisericordes. «No es sino un bucle infinito» razonaba al hilo de estos pensamientos, «nos hallamos en el presente lamentándonos por el pasado y olvidando el futuro. Y después de todo, no deja de ser más que una ilusión. ¿Quién o qué nos aseguraría a nosotros que la aventura de volver al pasado y obrar allí de manera distinta nos brindaría el futuro -o sea, el ahora- que realmente deseamos? Al fin y al cabo, los efectos de nuestras acciones terminan escapando de nuestro control una vez que entran a formar parte de los engranajes del tiempo, y podría ser incluso peor, es decir, podríamos llegar a estropearlo en mayor grado. Una paradoja, otra más».
Lo que está claro, y esto es algo en lo que todos los seres humanos por unanimidad estamos de acuerdo, es que el tiempo corre hacia adelante y es irreversible. Esto tiene a día de hoy una explicación científica universalmente aceptada, basándose curiosamente en el desorden de las cosas, puesto que éste solo puede ir en aumento y nunca puede disminuir. «He aquí un buen ejemplo: la taza de café», argumentaba para mí mismo mientras la cogía de nuevo para tomar un sorbo del líquido ya tibio que contenía. «Si ahora se escurriese de mis manos y cayese al suelo, se rompería, con lo cual el sistema aumentaría su desorden porque la taza se haría pedazos y el café saldría disparado en todas direcciones, cumpliendo con las expectativas de las leyes de la física. Sin embargo, pretender tras el destrozo que la taza se reconstruya hasta quedar exactamente en el mismo estado en el que se encontraba antes de caer o que, por ejemplo, la leche y el café se separen de nuevo, es desear lo imposible, puesto que de ese modo el desorden disminuiría e incluso desaparecería y se estarían violando ciertos principios de la ciencia que a día de hoy son sagrados». Apuré el contenido de la taza y la dejé de nuevo sobre la mesa, observando los dibujos de los planetas del sistema solar que tiene graciosamente pintados en su superficie. «Todavía lo recuerdo: el segundo principio de la termodinámica, que indica el orden en el que pueden suceder las cosas en el Universo, y marca la dirección y el sentido invariables para el flujo de lo que llamamos tiempo: únicamente hacia adelante, forzosa e inexorablemente hacia el auge y el crecimiento del caos». Sonreía nostálgico, rememorando aquellos años ufanos y alegres en los que absorbía y me esforzaba por comprender de verdad todas esas leyes y principios de la física y las matemáticas, sin sospechar lo más mínimo que lo aprendido en aquella época ya lejana sería la base de muchas de mis reflexiones y razonamientos, volcados hoy sobre el papel y adornados con los atrezos de la retórica literaria.
Volví a centrar mi atención en las páginas, y al pasar a la siguiente apareció precisamente una imagen de la cabeza del dios Jano, con sus miradas apuntando en sentidos opuestos. «Aunque lo parezca, no eres cosa del pasado, ni de la mitología», pensé. «Hay muchos Janos en nuestros días, con dos caras capaces de ver dos realidades diferentes y opuestas: la que predican y la que practican». Y cerrando la revista me dispuse a afrontar las obligaciones cotidianas, echándole una última ojeada al cielo azul y a aquel sol radiante que con su luz inundaba la estancia de mesurada alegría y optimismo.
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Hola Jesús!
Mientras leía tu relato que siempre nos invita a pensar, a reflexionar sobre ciertas cuestiones sobre las cuales podemos actuar y generar cambios y otras que no está en nuestras manos poder hacerlo.
Justamente esta cuestión de los bucles, creo que es una paradoja en sí misma.
Constantemente a lo largo de mi vida, me he planteado esa pregunta sobre qué hubiese sucedido si hubiera obrado de otro modo, si hubiera tomado otras decisiones. Son preguntas difíciles de responder porque como muy bien describís en tu relato, esas decisiones del pasado no serían las mismas hoy en el presente y si pudiésemos volver al pasado, tal vez serían otras las circunstancias y los actores implicados.
Creo que la vida nos plantea y planteará siempre nuevos desafíos y paradojas y dar lugar a la duda, a ese maravilloso instante frente al cual debemos pensar y decidir es parte de nuestra esencia humana. A veces nos equivocamos, en otras ocasiones salimos airosos de las decisiones tomadas.
Sin lugar a dudas, el aquí y ahora no nos espera y la resultante de esas elecciones cotidianas dirán trazando los primeras líneas del croquis de nuestro futuro. Debemos ser responsables en nuestras decisiones tomándolas de modo reflexivo pero también las hay aquellas que se resuelven con el corazón. Y esta cuestión entre el « « deber ser » y el « desear ser » es en sí otra paradoja a resolver 😉😉
Muy buen finde Jesús!
Te sigo leyendo…
Hola Karen,
Nada de tu comentario puede ser desdeñado. Está cargado de significado y es muy reflexivo. Me ha gustado mucho y te doy las gracias por dejar en el blog una entrada de tanta calidad. Pero si tuviese que quedarme con algo, me quedaría con la cuestión que has planteado, esa entre el «deber ser» y el «desear ser», que como bien dices, es una paradoja en sí misma.
Gracias por visitar mi blog, por leerme y por dejar comentarios tan profundos y elaborados.
Seguimos en contacto Karen,
Bueno hijo,siempre consigues hacerme pensar…
Y hablando de eso,es cierto que tantas veces hemos dicho que sí volviéramos atrás ésto no lo haría ò èsto seguro lo haría de otra manera,pero…efectivamente,quién nos asegura que sería para mejor??De ahora en adelante pensaré desde ese punto de vista🤔
Hola mamá,
Me alegra que te resulte placentera la lectura de mis texto, y sobretodo, que te haga pensar. En definitiva, de eso se trata, de reflexionar, de descubrir, y de comprendernos a nosotros mismos.
Cuidaos mucho y seguimos hablando,
Un beso.
Hola Jesús, un microrrelato muy interesante.
Pienso que ya es difícil vivir en un presente mirando hacia un futuro, como para pensar en dos presentes opuestos mirando hacia dos futuros opuestos. Y si es asī, cabría la posibilidad de pensar que habría un presente bueno y otro malo. ¿Y nosotros ahora dónde estamos?. Tal y como estamos viviendo actualmente con la pandemia la pregunta se responde sola. Y entonces… ¡Eso quiere decir que el futuro no será muy bueno!. Y otra pregunta sería ¿Por qué nos ha tocado vivir en el presente malo?.
Efectivamente nos tenemos que centrar en el presente que nos ha tocado vivir y procurar que este cambie a mejor porque, tal y como van las cosas, el futuro pinta muy mal.
Es cierto que vivimos rodeados de Janos y que tenemos que lidiar con ellos. ¡Menuda paradoja!.
P.D. No me gustan los Janos 😂😂
Hola María,
Gracias por leer el texto y por tu comentario, tan reflexivo e inteligente como siempre.
Podría ser que hubiese dos presentes, uno bueno y otro malo, como dices, o los dos malos, porque está claro, y en eso creo que estamos de acuerdo, es que el presente en el que vivimos no es bueno, por muchas razones y no solo por la de esta maldita pandemia que tenemos la desgracia de estar viviendo. Además, como tú bien dices, de este presente no puede salir un futuro bueno, así que todo indica que los tiempos venideros serán desastrosos y más propios de la ciencia ficción que de la vida real, aunque todo será real como la vida misma.
A tu pregunta de por qué nos ha tocado vivir en un presente malo, yo creo que la respuesta es sencilla: el presente lo hemos configurado los seres humanos con los actos pasados. Y en el pasado la humanidad no fue una santa, precisamente, de ahí todo lo que ahora mismo estamos viviendo y lo que nos queda por vivir.
Respecto a lo de los Janos… mejor dejémoslo ahí, jaja.
Un saludo y gracias por visitar mi blog. Estamos en contacto. Cuídate María.