Microrrelato

Inmortal

Por Jesús García Jiménez
En el oasis entre tanta zozobra e incertidumbre que supone mi rato de lectura diario antes de ir a la cama, tenía en mis manos el libro El oro del Rey, de Arturo Pérez-Reverte, uno de los siete libros que conforman la heptalogía Las aventuras del capitán Alatriste, y estaba realmente disfrutando de esa parte del libro en la que me encontraba porque estaba cargada de realidad y humor, o lo que es lo mismo, de satírica, esa satírica que D. Arturo sabe plasmar tan fantásticamente con su pluma. 

En ella, el personaje Nicasio Ganzúa, que, aunque ficticio, bien pudo ser un personaje real de aquella España turbulenta y orgullosa del siglo XVII, se encontraba rodeado de camaradas que lo estaban velando en la noche antes de su ejecución por garrote vil a la mañana siguiente, y de repente comentaba, en un arrebato de lucidez arrolladora: «Morir es un trámite». Y me quedé pensando. Puse mi dedo índice en el libro a modo de marcapáginas y levanté la vista, sin fijarla en un punto concreto, reflexionando: «Exactamente, es un trámite, amargo, pero un trámite. Bueno, en realidad no tiene porqué ser necesariamente amargo. Hay quien lo busca y lo acelera, porque quien no ha pedido venir es lógico que desee marcharse antes de lo debido. Pero sí, en definitiva no es más que eso, un trámite».

Todos llegamos, sin excepción, es de lo único que no puede escapar el ser humano, de la muerte. Ella espera paciente, tiene toda la vida, camina junto a nosotros a lo largo de nuestra existencia, presta a recibirnos en su gélido regazo, a mirarnos con sus ojos infinitos, tétricos, a susurrarnos con su voz siniestra y misteriosa: Ven conmigo, tu ciclo ha terminado. Ahora te espera la oscuridad, por toda la eternidad. No deberíamos tenerle miedo, supongo, puesto que está ahí, siempre está ahí. De hecho, nace con nosotros, porque el ser humano, tal y como yo lo veo, no muere en un instante concreto, sino que es un proceso que dura toda la vida.

Nacemos con un contador, pero ese contador va hacia atrás, cada segundo más es un segundo menos, uno más de vida o uno menos de vida, depende de la perspectiva desde la que hagamos el análisis. Nada más nacer comenzamos a morir. ¿Nunca se había parado a pensar en eso? Mírelo de esta manera: La vida es todo aquello que ocurre mientras morimos. A lo que comúnmente se le llama muerte, es decir, cuando el corazón deja de latir y el cerebro de enviar órdenes al resto del cuerpo, es un trámite más en la vida, el final, y por eso es quizás el más temido y controvertido, un tabú, aunque por supuesto depende de la sociedad, la cultura y las creencias. Por ejemplo, mientras que para la cultura occidental y primermundista la muerte es una tragedia irrefrenable, para muchas de las religiones africanas es el paso definitivo del mundo material al mundo espiritual, un mundo que no puede verse, ni oírse, ni tocarse, pero está siempre presente a nuestro alrededor, y por tanto, el difunto nunca jamás se va, aunque ahora habite en un mundo mejor y más feliz. Para ellos la muerte es motivo de júbilo y celebración. 

En torno a la muerte no hay verdades absolutas, pero sí tantas ideas y opiniones como personas. Nadie ha vuelto de la muerte para contarnos qué hay allí. Porque de allí no vienen las personas que han experimentado las experiencias cercanas a la muerte, ya que éstas tienen explicación científica y además están fuertemente influenciadas según las creencias religiosas del individuo. Además, no han muerto, pues están aquí, entre nosotros. Sin embargo, hay dos aspectos, quizá los dos únicos en el océano de pareceres conformado por los de todos y cada uno de los seres humanos que habitan la Tierra, en los que toda persona está de acuerdo: el primero es que, en un ataúd más caro o más barato, abandonaremos esta vida de igual forma, aquí no se queda nadie independientemente del poder, la influencia, el dinero o cualquier otra cosa que sea capaz de amasar en vida. Y la segunda es que la muerte es una consecuencia de vivir, todo organismo vivo acaba muriendo. Se llama biología, y es ciencia, o el destino final e irrefutable de cualquier ser viviente.

William Shakespeare, en su tragedia Hamlet, se refiere a la muerte como aquel país desconocido del que ningún visitante regresa. Pero, ¿es esto real y estrictamente cierto? Para el difunto sí, por supuesto, mas no tiene porqué ser así para quienes le sobrevivieron y mantienen vínculos afectivos con el ser llorado. Simbólicamente hablando, permanece en la memoria de los seres queridos, una madre y un padre nunca olvidarían a un hijo fallecido, ¿cómo podrían? Igualmente pasa, en la mayoría de los casos, con los hermanos, amigos o parejas. Las nuevas -y no tan nuevas- tecnologías han hecho que los recuerdos y las memorias se afiancen. Las fotografías muestran el aspecto de quien ya no está, y una imagen bien tomada puede revelar la expresión facial e incluso la mirada, y es muy cierto eso de que los ojos son el espejo del alma. ¿Y qué decir de los vídeos? Éstos añaden el componente del lenguaje corporal, los sonidos, el habla… todo aquello de lo que una imagen, independientemente de su calidad, carece. Es muy posible sentir viva a una persona que ya no está, viéndola sonreír, llorar, moverse, mirando a la cámara mientras le dirige unas palabras… Se convierte en inmortal. Pero es que, hilando aún más fino, podría decirse que digitalmente nunca jamás morimos, porque las imágenes que circulan por Internet son imperecederas, en ese universo tan complejo gobernado por algoritmos y redes, se abre otro tiempo, y nosotros nos hacemos eternos.
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Como sea, usted que lee estas líneas y yo que las escribo estamos vivos, y por eso mismo son muy convenientes estos versos que cierran una silva, titulada El escarmiento, del inmortal D. Francisco de Quevedo:
 
                Cánsate ya, oh mortal, de fatigarte
                en adquirir riquezas y tesoro,
                que últimamente el tiempo ha de heredarte,
                y al fin te dejarán la plata y oro:
                vive para ti solo, si pudieres,
                pues sólo para ti, si mueres, mueres. 

Imagen: Tensa espera, pintura al óleo de José Luis Saralegui

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10 comentarios

  1. María

    Me ha encantado tu relato,da para pensar largo y tendido. La verdad es que no había pensado en la muerte desde este punto de vista, pero tiene su lógica que desde que nacemos ya cuenta el tiempo que nos queda para morir. Por eso hay que vivir la vida cada dīa co.o si fuera el último y disfrutar y ser felices el máximo tiempo posible porque no sabemos los días que nos quedan de vida.
    Un saludo Jesús 🙋🏻‍♀️😊👌

    1. jgarcia

      Hola María,
      Me alegra mucho que te haya resultado agradable su lectura. Es muy reflexivo, esa era la intención. Y muy sabias tus palabras, disfrutar y ser felices el máximo tiempo posible, aunque esa es una ardua tarea.
      Gracias por visitar el blog y por comentar, y siéntete libre de hacerlo siempre que desees.
      Un saludo y cuídate,

  2. Jesús que maravilla leerte. Parece ser que la eternidad es alcanzable en el mundo digital 😉. Un canal de Youtube donde uno puede compartir videos y talentos. Una cuenta de IG para comunicarse con el mundo. ¿Que más nos falta descubrir en la infinita plataforma del internet? Me emociona ser de estos tiempos; y estoy segura que a tí también. Ya nada es imposible.

    1. jgarcia

      Lizú, sabes que el placer es mío porque me leas. Y sí, yo creo que en esta era digital hemos abierto una nueva dimensión temporal, en la que todo el mundo llega a ser inmortal y perdura en el tiempo y el espacio. Respecto de que pertenecemos a la era de las nuevas tecnologías, me emociona y entusiasma, de hecho quiero que mi vida profesional futura forme parte de ellas, pero también tengo presente que es una herramienta poderosísima que mal utilizada o utilizada irresponsablemente, se puede volver en la contra y causar problemas. Pero ni tú ni yo somos de esos. Nosotros, como blogueros, hacemos un uso responsable de las nuevas tecnologías. Un saludo Lizú, cuídate y muchas gracias por visitar mi blog, por leerme y por dejar siempre tan amables y acertados comentarios. Cuídate y estamos en contacto.

    1. jgarcia

      Hola Mara,
      Gracias por tu comentario, y por leerme. Te doy la razón, creo que muy poca gente (si la hay) está preparada para aceptar plenamente la muerte como algo natural e irremediable. Es el instinto de supervivencia del ser humano, supervivencia frente a la muerte.
      Un saludo y gracias por leerme. Siéntete libre de visitar el blog cuando quieras 😉

  3. Raysa

    Me ha encantado Jesús como siempre un placer leerte, muy buena reflexión y muy bien argumentado. Yo en especial casi puedo asegurar que no le temo a la muerte, a lo que le temo de verdad es a no haber vivido, y que me queden muchas cosas por hacer..
    Por eso hay que disfrutar cada segundo de la vida y no desperdiciarla. Saludos y cuídate mucho!🙋🏻‍♀️

    1. jgarcia

      Hola Raysa,
      Gracias por visitar mi blog y gracias por leerme. Maravillosa reflexión: no hay que temerle a la muerte, sino a no haber vivido lo suficiente y en un tiempo de calidad.
      Gracias otra vez y siéntete libre de visitar el blog siempre que lo desees 🙂

  4. Isa

    Da mucho que pensar este artículo, hace plantearnos como vivimos, para qué y que es lo que de verdad nos llevaremos de esta vida. Hay que vivir bien, bonito y con lo que nos hace feliz de verdad, como bien dices en un ataúd más o menos caro, todos llegamos al mismo destino. Maravilloso como siempre! 😘

    1. jgarcia

      Muchas gracias Isabel, por visitar el blog y por leerme.
      Estoy de acuerdo contigo: hay que vivir bien y bonito con lo que nos hace felices de verdad, aunque cada vez nos lo pongan más difícil.
      Un saludo y gracias otra vez 😉

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