Este es un artículo de opinión en el que, a partir de toda la información que me ha sido posible recabar, procedente de medios tanto españoles como extranjeros, expreso mi punto de vista acerca del origen real del virus que provoca la enfermedad COVID-19. Ninguna teoría de las que acusan o eximen a China de ser la culpable de todo esto está plenamente demostrada. Por lo tanto, no se sabe a ciencia cierta qué ocurrió, y es probable que nunca llegue a saberse. Para facilitar el acceso a las fuentes de información en las que me he basado para la redacción, he insertado enlaces directos a dichas fuentes, en los que figura el texto en color azul seguido del símbolo (🔗).
Hace unos días, cuando la gente estaba rebosante de esperanza y optimismo debido al anuncio a bombo y platillo de la efectividad de las vacunas desarrolladas a toda prisa por varias farmacéuticas internacionales, la prensa, también internacional, se encargaba de destrozar cualquier ilusión sacando a la luz una noticia cuanto menos inquietante: la aparición de una nueva cepa del coronavirus en el Reino Unido (🔗), y la declaración del gobierno británico de que ésta es más contagiosa y se propaga más rápido que la antigua, la original. Y por si fuera poco, haciendo gala de franqueza y sinceridad, reconocen que esta nueva cepa está totalmente fuera de control en el país, al cual le han cerrado las fronteras muchos países de todo el mundo (🔗) que comenzaban, más o menos, a vislumbrar la luz al final del túnel.

Una noticia realmente desesperanzadora, teniendo en cuenta los largos meses de incertidumbre que se han vivido en todo el mundo y el destrozo en general que se le ha hecho a la economía a nivel global. Y lo más importante: lo que esto está suponiendo para la salud física y mental de la población del planeta, aunque eso, para las autoridades, sea algo secundario porque lo que prima es el dinero -de esto se han visto varios ejemplos clarísimos durante todo lo que llevamos de pandemia-. Y en medio de este caos absoluto, el origen del desastre, China, se empeña en declarar su inocencia e incluso de plantear la posibilidad de que el epicentro del virus ni siquiera se encuentra en su territorio, sino ¡fuera de sus fronteras!, probablemente en Europa o Estados Unidos.
Y es que, a principios de este mes de diciembre, cuando ya se cumple casi un año de esta pesadilla en la que tantas vidas humanas se han perdido y destrozado ilusiones, bienestar, puestos de trabajo y familias enteras, China fue noticia en las portadas de los principales medios al intentar convencer de que el virus llegó desde fuera de sus fronteras (🔗), en un intento desesperado por evitar la hostilidad que inevitablemente está sufriendo por parte de occidente. Informes científicos -chinos- que señalan a otros países como posible origen, artículos de la prensa estatal -china- que aseguran que hay más de una fuente probable, alertas -de las autoridades chinas- de un rebrote a través de productos congelados importados con trazas de coronavirus… Se quieren quitar la culpa de encima como sea y no saben cómo. Pero lo que tampoco saben, o parece que no lo saben, es que nadie olvida el principio de todo esto, cuando falsearon estadísticas y taparon datos en los momentos cruciales, es decir, durante los primeros días posteriores al estallido del brote y del cual ellos -China- tenían perfecto conocimiento de su peligrosidad, capacidad de contagio y su rápida expansión incluso fuera de sus fronteras. Y se lo callaron. Ocultaron información (🔗) -algo perfectamente típico y normal en países con regímenes comunistas- trascendental para los demás países de cara a prevenir contagios y evitar así que el brote terminase convirtiéndose en una desastrosa pandemia global. Y de paso, emprendieron una agresiva campaña de desprestigio contra las potencias occidentales, intentando erigirse -ellos, China- como los salvadores del mundo y como el modelo -comunista, por supuesto- a seguir para salvar la economía, la sociedad y la civilización.

Este artículo está escrito sin inventar absolutamente nada, todo lo que aquí figura está basado en la información disponible en los medios y de los cuales facilitaré siempre su enlace para, en caso de duda, pueda consultarse la fuente. Y al final, como autor del mismo, me permitiré dar una opinión personal, pero siempre en base a todo lo redactado aquí, que como ya digo, proviene de fuentes de información fiables. Empecemos, pues, por las sospechas hacia China de muchos gobiernos, principalmente occidentales, sospechas basadas en los trabajos de sus propios servicios de inteligencia, esos que todo lo saben y rara vez se equivocan. Y es que la alianza Five Eyes, compuesta por las agencias de espionaje de Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, asegura en un informe que China suprimió o destruyó deliberadamente las pruebas del brote de coronavirus (🔗) en un asalto a la transparencia internacional, negó la posibilidad de transmisión entre seres humanos, silenció o hizo desaparecer a los médicos y científicos que se pronunciaron en un intento por esclarecer la verdad, destruyó pruebas del virus de los laboratorios de estudios genómicos y se negó a proporcionar muestras de virus vivos a los científicos internacionales que trabajan en la elaboración de una vacuna. Además, el informe afirma que la información sobre los portadores asintomáticos de la enfermedad fue mantenida en silencio por el estado chino. En esta misma noticia, se cita que Huang Yan Ling, una investigadora del Instituto de Virología de Wuhan y que se pensaba que era el paciente cero de la pandemia mundial, desapareció misteriosamente y su biografía fue borrada del sitio web del laboratorio.

Asimismo, según el informe de Five Eyes ya mencionado, el coronavirus se originó en el Instituto de Virología de Wuhan (🔗), y las agencias de inteligencia detallan que ya en 2013 los científicos trabajaban con una muestra con un 96% de coincidencia genética con el SARS-CoV-2 y que conocían la posibilidad de transmisión de murciélagos a humanos. Respaldando esta teoría, el prestigioso virólogo francés Luc Montagnier, ganador del premio Nobel de Medicina en 2008, llegó a asegurar que era imposible que el virus se hubiera originado de forma espontánea, señalando que su propagación y su alto índice de contagio podría haber sido consecuencia de un fallo en el proceso de fabricación en un laboratorio.

Y añadiendo leña al fuego de esta escabrosa y polémica teoría apareció, en octubre de 2020, la viróloga china Li-Meng Yan asegurando que el coronavirus es un arma biológica creada para atacar al ser humano (🔗). Esta científica, que vive escondida en Estados Unidos y protegida por el FBI para evitar que sea secuestrada o asesinada por hablar más de la cuenta, afirma que, en realidad, el virus ha sido creado en un laboratorio y liberado intencionadamente. Declaraba además que se le encomendó una tarea en secreto, la de investigar lo que había ocurrido en Wuhan, aunque sin pasar la línea roja, o de lo contrario la eliminarían. La doctora Yan mantiene que esto no viene de la naturaleza.

Como sea, China está empeñada en dejar claro al mundo que ellos no son los culpables de la pandemia (🔗), asegurando saber cuál es su verdadero origen, eso sí, información que ha sido publicada en el Diario del Pueblo, el medio de comunicación oficial de Partido Comunista de China, único partido político del país dado que está prohibida cualquier oposición, rasgo característico de todo buen régimen dictatorial. Ni siquiera voy a poner el enlace a ese medio aquí, pero basta con visitarlo, como he hecho yo durante la redacción de este artículo, para darse cuenta de que se trata de un hervidero de propaganda china que pretende encumbrar y ensalzar a un país en el que ni siquiera existe la libertad de expresión y se vulneran algunos de los derechos humanos y libertades más fundamentales. Huelga decir que los científicos, expertos y mandatarios que defienden a capa y espada esta teoría son, obviamente, afines al Partido Comunista, a China y a sus intereses, de lo contrario no habrían podido pronunciarse. Sostienen, en sus más que dudosas conjeturas, que el virus pudo haber llegado al famoso mercado húmedo de Huanan, en la ciudad de Wuhan -considerado el epicentro de la pandemia-, a través de alimentos congelados y paquetes importados desde el exterior, o lo que es lo mismo, que el virus entró a China adherido a mercancías -en este caso comestibles- importadas desde países extranjeros (¡!).
Pero lo cierto es que, pese a los enormes esfuerzos por lavar su desastrosa imagen exterior y por intentar erigirse como la salvadora del mundo a través de buenas intenciones, China tiene ahora un serio problema: muchas potencias extranjeras, principalmente occidentales y abanderadas por Estados Unidos, le han dado la espalda al país asiático, muy recelosas en lo referente a la seguridad y el espionaje (🔗).

Conocedor de la delicada situación, el presidente -y dictador- de la República Popular China, Xi Jinping, llegó a declarar: “Nos enfrentaremos a más vientos en contra en el contexto internacional, y debemos estar preparados para gestionar nuevos riesgos y desafíos” (🔗). Y parece ser que la principal medida que van a tomar para intentar compensar el hecho de ser la oveja negra de la comunidad internacional es potenciar al máximo el gigantesco mercado interior chino en detrimento del hasta ahora floreciente y rentable mercado de exportaciones al exterior, algo que tiene sentido debido a que, tanto gobiernos como ciudadanos de a pie en todo el mundo, se hayan ido negando paulatinamente a adquirir mercancías y productos chinos. Yo, por mi parte, puedo asegurar que en lo que de mí depende, no volveré a pisar un comercio chino, sea de la naturaleza que sea, y por supuesto, no volveré a comprar nada que sea Made in China, solo por si acaso y para evitar que mi dinero pueda ser empleado en Dios sabe qué y perjudicar al resto del mundo, al cual pertenezco.

No tiene mucho sentido alargar más el artículo, puesto que, al menos de momento, todo son especulaciones y teorías, tanto en lo referente a la culpabilidad de China como a su inocencia, y nada está plenamente demostrado. Lo único que podemos hacer, desde mi punto de vista y pese a la brutal campaña de desinformación a la que todos hemos sido sometidos por parte de los gobiernos, la prensa, organismos, asociaciones, etc., es formarnos una opinión por nosotros mismos de lo ocurrido, es decir, intentar depurar la basura mediática y quedarnos con lo que nos pueda parecer más razonable, por decirlo de alguna manera. De este modo, y para concluir, voy a expresar mi opinión personal en base a toda la información que me ha ido llegando y a la que siempre he estado muy atento, pues se trata sin duda de uno de los acontecimientos más grandes que ha vivido la Generación Y(*). Yo creo que el virus, efectivamente, tiene un origen natural, pero solo un origen, es decir, han tomado la base natural del coronavirus de los murciélagos y en un laboratorio la han modificado mediante técnicas de ingeniería genética y biológica para hacerlo más infeccioso, letal y, sobre todo, transmisible a los seres humanos. ¿Para qué? Con el claro propósito de crear un arma biológica. ¿Lo han lanzado al mundo a propósito? No se sabe a ciencia cierta, aunque hay quien afirma que sí, y a mí, en este tipo de situaciones, me gusta tirar de folclore y hacer uso del refranero español, siempre tan sabio y acertado, que para esta ocasión tiene un refrán que encaja a la perfección: Cuando el río suena, agua lleva. A estas alturas, ya a nadie le extraña que el virus haya podido ser liberado a propósito para causar confusión, caos y desestabilidad fundamentalmente entre las potencias occidentales, las grandes antagonistas del régimen dictatorial comunista chino, recurriendo a una guerra sin restricciones mediante el empleo de soldados microscópicos, invisibles y letales. ¿Se ha podido escapar el virus de forma accidental de algún laboratorio? Probablemente. Es una teoría tan plausible como la anterior, aunque siendo objetivos y teniendo en cuenta el nivel de seguridad tan extremadamente alto con el que trabajan los laboratorios que tratan con patógenos peligrosos, yo, personalmente, no creo que haya sido el caso.
Sea como fuere, lo que sí es seguro es que el régimen comunista chino ocultó información crucial durante los primeros días de la pandemia, tapó el hecho de que el virus podía transmitirse entre humanos y falseó sus estadísticas. Y a todo aquel que quiso destapar la verdad y hablar con franqueza acerca de lo que estaba ocurriendo, rápidamente se le cayó empleando la demoledora fuerza del Estado -amenazas, encarcelamientos… e incluso se dice que alguna que otra desaparición de elementos incómodos-. Estos hechos, independientemente de si el virus fue lanzado al mundo a propósito o no, o si fue o no creado en un laboratorio, merecen un severísimo castigo a China por parte de la comunidad internacional, un castigo que, en mi opinión, y creo que pienso como muchísima gente alrededor del planeta, debería llegar con toda su fuerza una vez que hayamos conseguido salir de esta maldita pesadilla que tanto está haciendo sufrir a la humanidad.
Nota al pie
(*) La generación Y, también conocida como generación del milenio -del inglés millennial generation-, es la cohorte demográfica con fechas de nacimiento situadas entre principios de la década de 1980 y mediados de la década de 1990 a principios de la de 2000. Aunque las características de esta generación varían de una región a otra, dependiendo de las condiciones sociales, económicas y culturales, ha estado generalmente marcada por un mayor uso y familiaridad con las comunicaciones, los medios de comunicación y las tecnologías digitales. Se estima que la generación Y corresponde al 22,4 % de la población mundial.
Fuente: es.wikipedia.org (🔗)
Un artículo muy interesante y acertado. Tus pensamientos en cuanto al tema Covid-19 están en sintonía con el resto de lo que pensamos la mayoría.
Información a medias y viniendo de China…no pinta bien.
Enhorabuena de nuevo!😊🤗
Gracias de verdad porque lo acertado aquí es tu comentario. Muy bueno. Escribo para la gente que me lee, por eso sé que mi opinión es muy similar a la de mucha gente. Gracias por leerme y comentar. Un beso y cuídate mucho 😉