Triste preludio
Por Jesús García Jimenez

Cuando llegamos, las puertas de la universidad estaban cerradas. A la entrada del edificio, falangistas y simpatizantes con la causa se agolpaban enfervorecidos, con los brazos en alto y entonando el cara al sol. —¡Silencio, silencio! ¡Dentro están hablando! — gritó un hombre joven con camisa azul, que parecía ser el líder de aquel numeroso grupo. El alboroto inicial se convirtió en leves murmullos y entonces, pudo oírse: —… encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. Tras estas palabras, una voz irritada exclamó: —¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte! Y la muerte viviría en España durante tres interminables años.2 likes en este post