Pese a su inmerecida mala fama por su aspecto triste y gris, lo cierto es que City of Glasgow, como se la denomina oficialmente, la mayor urbe de Escocia y la tercera del Reino Unido sólo superada por Londres y Birmingham, ha dejado atrás su pasado industrial para convertirse en todo un icono cultural, acogiendo museos y galerías de arte en edificios victorianos que son, en sí mismos, auténticas piezas de museo, los cuales conviven en perfecta armonía con fantásticos edificios vanguardistas que componen en su conjunto la moderna y dinámica ciudad de Glasgow.

Esos edificios victorianos, de tan austera belleza que los hace únicos, pueden llevar a la idea equivocada de que Glasgow es una ciudad seria y sobria. Pero la realidad es que es un lugar repleto de elegantes bares y restaurantes de primerísimo nivel, con una de las mejores escenas de música en vivo de todo Reino Unido y con tres de las calles comerciales más populares ya no solo de Escocia, sino de todo el país: Sauchiehall Street, Buchanan Street y Argyll Street. Con todo y pese a ser el motor económico de Esocia, Glasgow es una gran desconocida, prácticamente anulada por su refinada y elegante vecina Edimburgo.

El nombre de Glasgow tiene su origen en las lenguas britonas celtas, de la unión de dos palabras, Glas, que significa “gris-verde, gris-azul” y cöü, que significa “hueco”. El nombre primitivo, Glascöü, viene a significar algo así como hondonada verde, dándole el sentido de un valle revestido de praderas. Se cree que el asentamiento primitivo tuvo el nombre de Cathures en el idioma cúmbrico, un idioma celta britón centrado en Cumbria, en el noroeste de Inglaterra, extinto desde el siglo XII. Su nombre en gaélico escocés es Glaschu, y su forma moderna aparece por primera vez en el año 1116 como Glasgu, evolucionando a través de los siglos a su nombre actual Glasgow.
La ciudad se asienta en las riberas del río Clyde, a unos 20 kilómetros aguas arriba de su estuario. Probablemente las buenas características del terreno, próximas a una fuente de agua natural, atrajeron a los primeros colonos del Neolítico y la Edad del Bronce. Aunque no ha podido demostrarse la existencia de asentamientos, sí se ha detectado cierta presencia romana, propiciada principalmente por la construcción del Muro de Antonino, erigido como defensa para mantener a la Bretaña romana separada de los pictos y la Caledonia celta.


El asentamiento que dio origen a la ciudad fue fundado en el siglo VI por un misionero cristiano escocés, llamado Kentigerno, conocido entre la gente de su época como Mwn gu -traducido del gaélico antiguo, querido– que pasó a la historia como San Mungo, santo patrón de Glasgow, el cual estableció una iglesia en Molendinar Burn, donde se encuentra la actual Catedral de Glasgow, llegando a convertirse dicho asentamiento en un importante centro religioso de la época.
Durante el siglo XII, la corona escocesa importó de Inglaterra la práctica de otorgar a ciertas ciudades privilegios exclusivos de comercio y autogobierno para que pudieran convertirse en centros de prosperidad y estabilidad, a cambio del pago de impuestos. En algún momento entre 1175 y 1178 se concedió, mediante carta real, estos privilegios a la ciudad de Glasgow, o lo que es lo mismo, el estatus de burgh, convirtiéndose en una royal burgh o burgo -ciudad- real.
San Mungo, patrón de la ciudad de Glasgow. Imagen tomada de earlybritishkingdoms.com Escudo de armas de la ciudad de Glasgow, con la inscripción Let Glasgow Flourish -Deja florecer a Glasgow-. Imagen tomada de pinterest.co.uk
La ciudad permaneció pequeña durante el período medieval, no superando su población los 1.500 habitantes. La corona escocesa, con una gran cantidad de burgos, era incapaz de soportarlos directamente y varios lucharon de forma independiente para tener éxito en el plano económico, algunos de ellos fracasando por completo. Sin embargo, los obispos -y dueños– de Glasgow poseían solo un burgo y eran señores influyentes, de modo que pudieron asegurar la prosperidad de la ciudad. Llegaron otras concesiones reales que mejoraron los privilegios comerciales y su alcance económico. En el año 1451, tuvo lugar la fundación de la Universidad de Glasgow por el Papa Nicolás V, colocando el nombre de la ciudad en el mapa europeo, cuestión de gran importancia en aquella época. El auge económico permitió a su sede convertirse en arzobispado en 1492, y la jurisdicción territorial del tribunal de los obispos de Glasgow se extendió para cubrir las diócesis de Argyll, Dunblane, Dunkeld y Galloway.

La Reforma Escocesa de 1560 implicó la ruptura de Escocia con la Iglesia Católica y los eventos relacionados con la misma, y trajo la renuncia al catolicismo y el abrazo de una nueva fe: el protestantismo. Este hecho fue particularmente significativo para Glasgow, ya que esta era una ciudad de obispos, donde las finanzas y el comercio era dirigido casi en exclusiva por ellos. En 1611 se convirtió en burgo real directamente sujeto a la corona, aunque los arzobispos mantuvieron en cierta medida su poder y continuaron controlando los nombramientos de magistrados y otros puestos públicos de importancia.
La invasión de Inglaterra por Guillermo de Orange a fines de 1688 dio un giro radical al equilibro de poder de la ciudad. El fracaso de los obispos escoceses a la hora de brindar su apoyo a Guillermo anunció el fin del gobierno episcopal y, en 1690, el consejo de la ciudad de Glasgow ganó el derecho de elegir los puestos públicos de importancia y de dirigir las finanzas y el comercio. De este modo, Glasgow dejó de ser un burgo medieval dependiente para convertirse en una ciudad moderna -para aquella época- con plenos derechos de autogobierno.
Glasgow expandió sus mercados y el comercio al continente europeo, particularmente a los Países Bajos y el Báltico, y desarrolló vínculos con las colonias inglesas en las Antillas -para el azúcar- y América -para el tabaco-, actividades ciertamente arriesgadas ya que contravenían las Leyes Inglesas de Navegación que estipulaban que el primer puerto de escala para el comercio colonial tenía que ser inglés. El nacimiento de la industria en Glasgow se originó por un vínculo cíclico entre el comercio y la fabricación, ya que los beneficios del comercio se invirtieron en industrias y los productos manufacturados se exportaron a nuevos mercados. La industria artesanal medieval comenzó lentamente a ceder paso a las fábricas, y la primera factoría -para lana- apareció en 1638. En 1700 ya había varias fábricas que producían una amplia gama de productos, tales como el lino, el jabón, la loza y el azúcar refinado, entre otros.
Muchos empresarios y emprendedores de la época se arruinaron por el fracaso del denominado Proyecto Darién -un intento por parte del Reino de Escocia de establecer a una colonia llamada Nueva Caledonia en el istmo de Panamá a finales de la década de 1690-, que de haber resultado exitosa habría significado para Glasgow ser el principal puerto de acceso desde las colonias a territorio británico. Se culpó a la obstrucción inglesa por la calamidad y esta creencia alimentó los disturbios en Glasgow en la víspera del Acta de Unión de 1707 con Inglaterra. La impopularidad de la Unión también estuvo detrás de los trágicos disturbios de Shawfield de 1725, que se saldó con un balance de nueve ciudadanos muertos.

Pese a todo, la prosperidad económica de Glasgow era imparable, y se convirtió en un importante centro del comercio trasatlántico, importando tabaco crudo y reexportándolo a Europa para su manufactura, trayendo de vuelta otros productos procedentes del continente. El éxito de Glasgow fue tan grande que Londres, Liverpool y otros puertos ingleses solicitaron al Parlamento quejarse acerca de sus agresivas prácticas comerciales, aunque esto no impidió que la ciudad continuara con sus dinámicos y lucrativos negocios internacionales. En la década de 1770, la población de Glasgow era de aproximadamente 60.000 habitantes, y nuevos suburbios se abrían hacia el oeste -Queen Street, Buchanan Street, Jamaica Street-, áreas favorecidas por aquellos que, enriquecidos por el comercio del tabaco, buscaban escapar de las oscuras, sucias y superpobladas zonas de la antigua ciudad medieval.
Entre 1770 y 1830 Glasgow pasó de ser una pequeña ciudad comercial a una floreciente ciudad industrial, creciendo su tamaño exponencialmente para convertirse en la potencia económica de Escocia. Hubo una gran innovación en el sector manufacturero y técnico, lo cual favoreció esta expansión, y muchos británicos, no sólo escoceses sino también ingleses e irlandeses, se sintieron atraídos por la emergente y próspera ciudad. Pero semejante expansión y crecimiento no estuvo exenta de problemas sociales y de la tensión política que eso conlleva.
A partir de 1750 la población de Glasgow explotó, creciendo desde los poco más de 32.000 habitantes hasta los 147.000 en 1821, habiéndose producido un tercio de ese aumento en la década de 1810. Esta explosión demográfica fue principalmente impulsada por la inmigración, ya que, desde finales del siglo XVIII, Glasgow era un lugar natural de asentamiento para los protestantes irlandeses, en particular los presbiterianos, que compartían ascendencia común y patrimonio cultural con los escoceses. Ya en el año 1819, alrededor del 30 por ciento de la fuerza de trabajo en las industrias de tejidos era de origen irlandés. Además, desde la década de 1750 los católicos irlandeses llegaron en masa al oeste de Escocia, para emprender el trabajo físico pesado que implicaba mejorar las tierras agrícolas. Una ciudad industrial en rápida expansión necesitaba mano de obra numerosa, la cual comenzó a establecerse en las partes menos favorecidas de Glasgow. Pero la realidad es que los irlandeses, ya fueran católicos o protestantes, nunca fueron muy bienvenidos en Escocia. La rebelión de éstos contra el gobierno británico en 1798, en la que participaron por igual católicos y protestantes, ensombreció su lealtad, especialmente después del final de las Guerras Napoleónicas en 1815.

La inmigración masiva, combinada con las malas condiciones laborales higiénicas y de seguridad y la insalubridad y el hacinamiento en las viviendas, fueron los principales causantes de los problemas crónicos de salud pública. A fines del siglo XVIII, la viruela era responsable de casi el 20 por ciento de las muertes en Glasgow. Las graves epidemias de tifus y cólera desde 1817 en adelante, originadas en gran medida por el consumo de las aguas contaminadas del río Clyde, tuvieron un impacto devastador, golpeando de igual manera a los hogares aún más acomodados.
Entre las autoridades de la ciudad comenzó a crecer la preocupación de que el escaso o nulo bienestar público fuese el detonante de graves disturbios e incluso provocase una revolución. La creciente población de la ciudad, una mezcla de individuos de diversas procedencias y clases sociales, se convirtió en un semillero fértil para los alzamientos violentos contra la autoridad y el orden público. En 1778 hubo disturbios de carácter religioso, trabajadores de la industria textil se amotinaron en el verano de 1787 contra los recortes en sus salarios y tres manifestantes murieron cuando, en un intento por controlar los disturbios, las tropas abrieron fuego contra la multitud. La Revolución Francesa tuvo un amplio eco en Glasgow con la formación de cuerpos como la Sociedad de los Amigos del Pueblo en 1792. A principios del siglo XIX se aprobó la Ley de Policía Glasgow 1800 –Glasgow Police Act 1800-, primera ley de policía que permitió la formación de una fuerza policial en la ciudad.
En 1816 se celebró en el parque Glasgow Green una manifestación de 40.000 personas exigiendo un gobierno más representativo y el fin del establecimiento del precio de grano y el pan a niveles prácticamente desorbitados. La agitación continuó hasta que culminó en la Guerra Radical de 1820 -también conocida como la Insurrección Escocesa-, con llamados a la huelga general y al levantamiento de los trabajadores. Se llegó a sospechar que el levantamiento fue provocado por agentes del gobierno, aunque llegó a ser brutalmente reprimido y tres cabecillas fueron ejecutados.
Pese a que el miedo a la revolución preocupaba a muchos de la clase acomodada, la clase media -la mayoría de los cuales no tenían el derecho a voto- hizo una causa común con los radicales en la campaña de reforma, no solo para la representación parlamentaria, sino también para el gobierno local. En 1832 se aprobó la Ley de Reforma, y con ello, la concesión a Glasgow de su propio Miembro del Parlamento por primera vez en su historia, un merecido reconocimiento para la que ya era la ciudad más grande de Escocia.

Los años comprendidos entre 1830 y 1914 fueron los de mayor esplendor de la ciudad. La población de Glasgow había superado a la Edimburgo en el censo de 1821 y comenzaba a conocérsela como la segunda ciudad del Imperio. Algunos comparaban su ascenso con el de las grandes ciudades imperiales del pasado, como Roma y Venecia. En la década de 1880 comenzaron a aparecer amplias y largas calles y elegantes edificios, toda una demostración del poderío del que disfrutaba la ciudad. Su población llegó a quintuplicarse, en gran medida por el aumento natural y la inmigración, aunque también por el crecimiento territorial de la urbe, absorbiendo barrios circundantes como un verdadero monstruo urbanístico. En los albores del siglo XX Glasgow presumía de ser la ciudad mejor gobernada de Europa, con una vibrante y creativa vida cultural. Importantes y poderosos patrocinadores de arte se hacían con las obras de artistas impresionistas franceses, sus teatros presentaban innovadoras obras de autores de renombre internacional y sus orquestas y coros ganaban reputación en todo Reino Unido y Europa continental. Había representación política para todos los gustos y clases. La universidad, con su impresionante Edificio Gilbert Scott, atrajo a numerosos estudiosos de distinción internacional. La Galería de Arte Kelvingrove reunió una de las mejores colecciones de arte del país, mientras que la Biblioteca Mitchell estaba recopilando uno de los mayores catálogos públicos de libros de toda Europa.
Torre del Edificio Gilbert Scott, en la Universidad de Glasgow Museo Kelvingrove, visto desde la Universidad
Además de gran ciudad industrial y puerto comercial, en las décadas posteriores a 1830 Glasgow se convirtió también en un importante centro de la industria pesada, lo cual favoreció el desarrollo de una red ferroviaria. En la década de 1830, muchos hombres de negocio y emprendedores pasaron de la industria textil a la fundición e ingeniería del hierro, lo que impulsó en gran medida que el sector de la construcción naval, relativamente insignificante hasta el momento, comenzara a expandirse y a ganar importancia. Los barcos de madera dieron paso a los de casco de hierro y una red de ingenieros emprendedores impulsó la innovación en la construcción naval y en la fabricación de motores náuticos. El célebre ingeniero escocés David Napier (1785–1873), fundador de la empresa pionera en el sector automovilístico y naval Napier & Son, construyó los motores para los primeros barcos de vapor. Los ingenieros que trabajaron y adquirieron experiencia en la empresa de Napier formaron nuevas empresas de construcción naval a lo largo del río Clyde. Para 1864 había más de veinte astilleros y para 1870 más de la mitad de la fuerza de trabajo de la construcción naval británica se basaba en el Clyde. Numerosas empresas en Glasgow abastecían a los astilleros proporcionándoles motores, calderas, accesorios y mobiliario para el interior de los barcos, a menudo con gran lujo.

Fue a finales de la década de 1840 cuando la fiebre del ferrocarril se extendió primero en Gran Bretaña, para hacerlo poco más tarde por toda Europa y Estados Unidos. La línea Glasgow – Edimburgo se completó en 1842. La experiencia de la industria local en ingeniería permitió a las empresas de Glasgow acceder a los nuevos mercados de locomotoras, y pronto se comenzaron a distribuir máquinas todos los rincones del mundo, especialmente a lo largo y ancho del Imperio Británico, siempre en constante expansión. Cuando las tres compañías principales se fusionaron en 1903 para formar North British Locomotive Company, la nueva compañía empleó a 8.000 trabajadores. Sin embargo, la creciente competencia exterior en el sector dificultó que la empresa encontrara nuevos mercados para sus locomotoras.

Gran cantidad de negocios radicados en Glasgow dependían de las exportaciones. Tuberías, muelles, puentes, grúas, cúpulas, estufas, martillos de vapor… fueron enviados a todo el mundo. Algunas familias de industriales amasaron grandes fortunas y los niveles generales de vida aumentaron. A partir de la década de 1870 las industrias dedicadas al consumo doméstico y de alimentación comenzaron a crecer. Thomas Lipton abrió su primera tienda de comestibles en 1871 y en la década de 1880 tenía tiendas en todo el país. Otros negocios familiares siguieron, conservando sus nombres hasta la década de 1960, como Masseys, Templetons, Cochranes y Galbraiths.

Pero el enorme crecimiento económico que experimentó Glasgow no estuvo exento de baches y fluctuaciones. Por supuesto, no todos los emprendedores y empresarios prosperaron, muchos de ellos se arruinaron, e incluso los más acomodados y consolidados fueron vulnerables al colapso de sus negocios y a periodos prolongados de desempleo. Un rápido periodo de crecimiento a principios de la década de 1830 dio paso a la peor depresión del siglo XIX a finales de aquella misma década y principios de la de 1840. Otra crisis en 1857 condujo al colapso del Western Bank -Banco del Oeste-, arrastrando consigo a varias empresas importantes. La escasez de suministros de algodón a principios de la década de 1860 dejó a miles de personas desempleadas. A finales de la década de 1860 e inicios de la de 1870 tuvo lugar el mayor auge del siglo, motivado, irónicamente, por la escasez de mano de obra. Los trabajadores disponibles llegaron a ser muy requeridos y solicitados, los salarios se dispararon y se pudieron negociar mejoras en las condiciones laborales. Este auge llegó a su fin cuando el City of Glasgow Bank colapsó en 1878, arrastrando consigo a muchos negocios e inversionistas. Se produjo una recesión económica importante que golpeó especialmente a los astilleros, con una gran caída en el número de pedidos de barcos, así como a las empresas auxiliares que les facilitaban materiales y accesorios. A principios del siglo XX hubo signos de falta de confianza y previsión empresarial. El motor diésel impulsado por petróleo se abría paso en detrimento del de vapor, y estas nuevas máquinas se estaban desarrollando en Alemania en lugar de en los astilleros del río Clyde. En este ambiente de incertidumbre, los pedidos de barcos eran cada vez más difíciles de obtener.
Los problemas sociales crecieron casi a la par que la economía, unos problemas que tuvieron su origen en las dificultades para hacer frente al rápido y descontrolado crecimiento de la población en las décadas de 1820 y 1830. En la década de 1840, las condiciones de la vivienda en algunas de las zonas desfavorecidas de la ciudad eran consideradas de las peores de Europa. El hacinamiento, la insalubridad y una población altamente nómada, convirtieron a Glasgow en un nido para las epidemias. Cada oleada de cólera era más letal que la anterior. El tifus golpeó con frecuencia, sobre todo en los barrios superpoblados y pobres y en las casas de alojamiento más humildes. Los suministros de agua contaminada, la atmósfera cargada de smog -niebla tóxica- y la falta de luz solar eran condiciones más que suficientes para provocar enfermedades crónicas y el estallido de mortíferos brotes de epidemias.

Aún en la década de 1830 existía la tendencia, muy influenciada por la tradición de las mentes oscuras y estrechas de pensamiento, a pensar que las epidemias eran algo así como un acto divino, un castigo de Dios que tenía que ser aceptado como correctivo a la inmundicia y la maldad humanas y como tal, nada debía hacerse al respecto sino aguantar el chaparrón hasta que la furia de Dios se apagase. Sin embargo, en la década de 1840 se produjo un cambio brusco de mentalidad y las autoridades comprendieron que era necesaria la intervención humana para hacer frente a las mortíferas oleadas epidémicas que con frecuencia sacudían a la población. El Ayuntamiento tomo la iniciativa y comenzó a eliminar los basureros y los montones de estiércol apilados por doquier y se instaló, en 1859, un nuevo sistema de abastecimiento de agua potable, gestionado por Glasgow Corporation Water Works, traída desde Loch Katrine. En 1862 se formó un equipo con los mejores médicos de la ciudad para trabajar en lo que sería la sanidad pública de entonces, y mediante la Ley de Mejora de la Ciudad de 1866 se llevó a cabo una limpieza en los barrios marginales. Pese a todas las acciones tomadas, los problemas sociales no pararon e incluso siguieron creciendo.
Durante el siglo XIX Glasgow fue considerada una ciudad mayormente liberal. Pero con gran parte de su comercio dependiendo del Imperio, el conservadurismo fue ganando terreno, y en 1900 los conservadores y unionistas se hicieron con el poder en la ciudad. El socialismo, al igual que las plagas, comenzó a avanzar, y fueron elegidos los primeros trabajadores para el concejo municipal en la década de 1890. La ciudad obtuvo su primer Miembro del Parlamento socialista en 1906. Los distanciamientos sociales se hicieron muy notorios, con los más ricos e influyentes mudándose al oeste para escapar del humo, la polución, la suciedad y los malos olores, y con la clase trabajadora y menos influyente asentándose en los nuevos suburbios que se expandían hacia el este y hacia el sur de la ciudad. Una diferencia en la calidad y el nivel de vida entre ciudadanos que es todavía muy palpable en el Glasgow del siglo XXI.

Las dos guerras mundiales, la gran depresión económica y los profundos cambios sociales, caracterizaron la vida de los Glaswegians -como son conocidos los naturales de la ciudad- entre 1914 y 1950. Glasgow jugó un papel fundamental en la industria bélica del Reino Unido durante el conflicto. El hecho de que el burgo de Govan, con su astillero de Fairfield, se hubiese incorporado a la ciudad de Glasgow fue decisivo. La anexión de éste junto con otras adicionales como Cathcart, Partick y Pollokshaws, hizo aumentar el número de habitantes de Glasgow a más de 1 millón, convirtiendo a la nueva ciudad en la más poblada de las Islas Británicas después de Londres.
El rápido ritmo de movilización tras el estallido de la Primera Guerra Mundial transformó inmediatamente a Glasgow en un importante centro de reclutamiento militar, y el doble atractivo del deber cívico y la defensa del Imperio generó una respuesta entusiasta que atrajo a más de 200.000 voluntarios para servir en el ejército entre 1914 y 1918. La industria pesada y los astilleros de Clydeside, enfocados a la construcción naval, el acero y la ingeniería, dedicaron prácticamente todos sus esfuerzos a satisfacer las necesidades de armamento y equipo que generaba semejante campaña militar. Glasgow se convirtió en el centro de la producción masiva de municiones y la fuerza laboral fue sometida a una presión extraordinaria para garantizar que se mantuviera el flujo constante de armamento y equipos militares. La escasez de mano de obra masculina, debido al reclutamiento de la fuerza de trabajo para su servicio en el ejército, significó un aumento de las mujeres en las plantillas de las fábricas, produciendo una reforma temporal en los patrones de trabajo convencionales debido a la guerra.

La economía bélica y la alteración de los mercados mundiales en tiempos de guerra despertó el temor al desempleo masivo, un factor que contribuyó al resurgimiento de la actividad sindical y a las huelgas en enero de 1919. A finales de ese mismo mes, los sindicatos de ingenieros convocaron una manifestación en George Square -la plaza donde está el edificio del ayuntamiento- en la que policía y manifestantes terminaron enfrentándose frente a las cámaras de la ciudad. Por primera vez en cincuenta años, se leyó la Riot Act -ley del Parlamento del Reino Unido votada en 1714, que autoriza a las autoridades locales a declarar toda reunión de más de doce personas como fuera de la ley, pudiendo proceder en consecuencia a invitar al grupo a dispersarse-. Como consecuencia, se convocó al ejército para restablecer el orden y los líderes de la huelga fueron arrestados y encarcelados por cargos de incitación.
Multitudes de trabajadores en huelga levantan la bandera roja en George Square, Glasgow, en enero de 1919. Un oficial de policía usa su bastón para dispersar a la multitud durante la huelga general en Glasgow.
La economía de Glasgow fue la gran preocupación política de la década de 1920, ya que los impredecibles mercados internacionales de la posguerra precipitaron el declive de la industria naval, arrastrando consigo a otros sectores clave como el del acero. La caída del mercado de valores en la bolsa en Estados Unidos en 1929, que dio lugar a la crisis mundial conocida como la Gran Depresión, fulminó cualquier esperanza de recuperación, disparando los niveles de desempleo hasta cotas nunca antes vistas. En 1933 aproximadamente el 30 por ciento de la población activa de Glasgow estaba sin trabajo. Con el fin de paliar la desastrosa situación, se produjo la intervención estatal en los sectores económicos de la ciudad y se proyectaron ayudas para la inversión en nuevas industrias.
Inevitablemente, la profunda crisis económica agravó los ya de por sí graves problemas sociales, especialmente la escasez de viviendas y el hacinamiento, cebándose especialmente con los barrios al sur del río Clyde, siendo el más notorio el caso de Gorbals. En 1931, casi 85.000 personas habitaban en el área, pese a que ésta ocupaba tan solo el 2 por ciento del territorio urbano total de la ciudad. Esta situación fue motivada, principalmente, por el hecho de que estos barrios fueron un imán para los inmigrantes, en su mayoría procedentes de Irlanda y Europa del Este, convirtiéndose, en el periodo de entreguerras, en una zona marginal que afeó la imagen general de Glasgow durante décadas y en la que las condiciones de vida e higiénicas llegaron a estar entre las peores de Europa, propiciando la aparición de pandillas callejeras y la delincuencia para apoderarse de las calles y hacer de ellas un lugar inseguro y peligroso.

Pese a todo, hubo esfuerzos por mejorar las condiciones de vida por parte de las autoridades locales. En 1919 se creó un departamento municipal de vivienda a través de subsidios estatales para la construcción y se fijó el objetivo de construir 57.000 nuevas viviendas para aliviar la congestión y satisfacer las necesidades futuras. Para ellos se buscaron terrenos adecuados, adquiriéndose las zonas de Castlemilk, Drumchapel y Easterhouse, y entre 1926 y 1938 Glasgow aumentó su superficie a más del doble -5,3 a 12,2 hectáreas-. Tan ambicioso objetivo solo vio su terminación después de 1945, habiendo atravesado numerosas dificultades debido a las crisis económicas del periodo de entreguerras. Los barrios marginales y las nuevas urbanizaciones pasaban a formar parte del diverso paisaje de Glasgow, en el que las grandes terrazas y las lujosas villas de la zona oeste de la ciudad seguían siendo ejemplos de la impresionante opulencia de la época victoriana.
No solo tuvo lugar un importante desarrollo en el sector de la vivienda. La tecnología electrónica estimuló el surgimiento de nuevas actividades recreativas, especialmente la radio, que llegó a Glasgow en 1923. Las salas de baile populares se hicieron aún más glamorosas por sus sofisticados y seductores sistemas de iluminación. En 1939 había 114 cines en la ciudad, con una capacidad total para 175.000 espectadores.

Para 1938, el año anterior al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, lo peor de los efectos de la Gran Depresión había pasado. El renacimiento de la industria de Glasgow dependía en gran medida del rearme militar para hacer frente a una cada vez más probable guerra contra la Alemania Nazi. La planificación de la defensa civil fue anterior al estallido de las hostilidades en septiembre de 1939 y se llevó a cabo la evacuación en tiempo de guerra de más de 100.000 niños en edad escolar de la ciudad. Al comienzo del conflicto, Lord Provost -el alcalde- Patrick Dollan animó a los ciudadanos a mantener su unidad y determinación, y a respetar y cumplir las estrictas regulaciones que regirían la vida cotidiana en aquellos tiempos difíciles. El racionamiento y los apagones eléctricos afectaron a toda la comunidad, y el control de los alimentos continuó más allá de la guerra, hasta bien entrada la década de 1950. Durante esos años el 44 por ciento de las viviendas todavía estaban clasificadas como insalubres y en condiciones de hacinamiento. A medida que fue avanzando la década, las soluciones a los profundamente arraigados problemas medioambientales de Glasgow se enfocaron a remodelar la ciudad.

El Glasgow de 1950 estaba ciertamente lejos de ser un lugar atractivo. Según contaban los propios habitantes de la ciudad, “era un lugar sucio, los edificios eran todos negros debido a la tierra adherida a sus fachadas. George Square era negro y había una nube de humo colgando permanentemente sobre la ciudad”. Muchas noches de invierno, una niebla espesa envolvía la ciudad con tanta fuerza que los peatones a menudo podían ver apenas unos pocos metros frente a ellos. Las condiciones en la ciudad no eran propicias para gozar de una buena salud, y en 1957 Glasgow lanzó una campaña masiva de rayos X destinada a erradicar la tuberculosis en la ciudad, en gran medida exitosa. Hacia finales del siglo XX, se habían estado llevando a cabo trabajos de limpieza en las fachadas de edificios y monumentos para devolver a la piedra su atractivo color rosado-amarillento original, y se habían restaurado muchos de ellos para devolverles el esplendor que antaño poseyeron. Se plantaron árboles y se adecentaron muchas zonas verdes para convertirlas en atractivos lugares de reunión y descanso. Museos, tiendas de delicatessen y bares de vinos se abrieron al público y prosperaron. Teatros, pubs y restaurantes ocuparon antiguas iglesias. Vieron su nacimiento muchos centros de negocios, deportivos, patrimoniales y de arte. Aparecieron directores, actores, productores de cine y teatro y novelistas. Glasgow se había convertido en el primer gran éxito de la era postindustrial en Gran Bretaña.
La transformación de Glasgow y el crecimiento gradual de su autoconfianza fue el desarrollo más significativo en la historia de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. Muchos creen que comenzó con la valiente decisión del Dr. Tom Honeyman de comprar la pintura de Salvador Dalí Cristo de San Juan de la Cruz en 1952. En 1983 se lanzó una campaña publicitaria nacional con el eslogan Glasgow’s Miles Better -traducido al castellano, algo así como Glasgow es muchas millas mejor [de lo que era antes]-. La imagen de la ciudad continuó mejorando. En 1988 Glasgow organizó el aclamado Garden Festival -el tercero de los cinco National Garden Festivals y el único que tuvo lugar en Escocia- y dos años después, Glasgow se convirtió en la Ciudad Europea de la Cultura. Entre 1995 y 1999 fue la Ciudad Nacional del Deporte y aunque falló en su intento de organizar el Festival de Artes Visuales en 1996, consiguió celebrar el Festival de Arquitectura y Diseño en 1999. Asimismo, fue la Capital Europea del Deporte de 2003 y sede de los Commonwealth Games de 2014 y los European Championships en 2018. Además, Glasgow es bien conocida en el mundo deportivo por el fútbol, particularmente por la antigua rivalidad entre sus dos principales equipos, Celtic F.C. y Rangers F.C., por el rugby, el atletismo, el tenis, el golf y la natación.
En la actualidad, Glasgow tiene una población que roza los 600.000 habitantes y es la economía más importante y dinámica de Escocia. Dispone de uno de los metros más antiguos del mundo, llamado oficialmente Glasgow Subway (🔗). Este metro está formado por una sola línea, circular, y es conocido popularmente como Clockwork Orange -naranja mecánica- por el característico color de sus vagones. Tiene además dos estaciones de tren –Glasgow Queen Street (🔗) y Glasgow Central (🔗)– y una de autobuses –Buchanan Bus Station (🔗)-, que enlazan vía terrestre a la ciudad con todo el país. Dos aeropuertos establecen los puentes aéreos con los principales destinos del planeta, el Glasgow Airport (🔗), a las afueras de la ciudad y en el que operan las principales compañías aéreas de todo el mundo, y el Glasgow Prestwick Airport (🔗), a unos 46 km al suroeste, este último empleado principalmente por las compañías aéreas regionales y de bajo coste.



La mayoría de las organizaciones artísticas nacionales de Escocia se localizan en Glasgow, incluyendo Scottish Opera, Scottish Ballet, National Theatre of Scotland, Royal Scottish National Orchestra, BBC Scottish Symphony Orchestra y Scottish Youth Theatre, y disfruta de una gran variedad de teatros, incluyendo el King’s Theatre, el Theatre Royal y el Citizens Theatre, además de muchos museos municipales y galerías de arte. Algo que hace realmente grandioso el panorama cultural de la ciudad es que la mayoría de los museos de Glasgow son de propiedad pública y de entrada gratuita. Los festivales de Glasgow abarcan todo el calendario, incluyendo el Festival de la Comedia de Glasgow, el Festival de Jazz de Glasgow, el Celtic Connections, el Festival de Cine de Glasgow, el Festival de West End, el Festival Merchant City, ¡el Glasgay! Festival y el World Pipe Band Championships. Con una de las mejores escenas musicales de Reino Unido, la revista Time llegó a comparar a Glasgow con Detroit durante su auge en los años 1960 y fue nombrada Ciudad de la Música de la Unesco el 20 de agosto de 2008, como parte de un proyecto llamado Creative Cities Network.
Glasgow también hace gala de una diversa escena arquitectónica, uno de los factores clave en la atracción de visitantes a la ciudad. Desde el centro de la ciudad, repleto de grandes y elegantes edificios victorianos, hasta las numerosas construcciones de vidrio y metal en el International Financial Services District -Distrito Financiero-, pasando por las elegantes terraces en el refinado West End y las imponentes mansiones que componen Pollokshields en el lado sur, hacen de su entorno uno de los más diversos e integradores del panorama urbanístico y arquitectónico internacional. Las orillas del río Clyde también albergan una gran cantidad de edificios de aspecto futurista, como son el Riverside Museum, el Glasgow Science Centre, SSE Hydro y SEC Armadillo.
A día de hoy Glasgow se enfrenta, como muchas otras urbes alrededor del planeta, a los retos del siglo XXI que están forjando el mundo y las sociedades. El desempleo, el cambio climático, la salud pública y la inmigración son algunas de las mayores preocupaciones de una ciudad dinámica y abierta, acogedora y hospitalaria que está llamada a ser uno de los motores principales de la maltrecha economía británica que se espera quede tras la ruptura del país con el resto de Europa, una maniobra política conocida mundialmente como Brexit y que en Glasgow, al igual que en toda Escocia, es altamente impopular. Sea como fuere, Glasgow sobrevivirá, se reinventará y saldrá adelante, como ha hecho en todas y cada una de las crisis que le han golpeado a lo largo de su historia. Como dice en su escudo, Let Glasgow Flourish, y sin duda seguirá floreciendo para mantener su papel como una de las principales ciudades de Europa y uno de los mejores -y más desconocidos- destinos turísticos para cualquier época del año.
Un artículo muy interesante. Has detallado muy bien la historia de esa gran ciudad. Enhorbuena!
¡Muchas gracias! Es una ciudad muy bonita y con mucha historia, pese a lo que la mayoría de la gente cree. Gracias por tus amables palabras y siéntete libre de visitar el blog siempre que quieras 😉
Yo tuve el gusto de pasar apenas 5 días en esta ciudad y me encantó.Pero sin duda se me quedaron muchos sitios por visitar.Ojalà tenga una nueva oportunidad de hacerlo.
Con este relato he conocido y aprendido mucha de la historia de Glasgow.
Muchas gracias por tus amables palabras, seguro que tendrás ocasión de volver, y en ese caso, esta lista seguro te será muy útil. Gracias por visitar mi blog y siéntete libre de hacerlo todas las veces que quieras. Un saludo y gracias otra vez.