Visita de tres días a la ciudad de Londres
Londres. La capital de Europa y una de las capitales del mundo. Visitada por tanta gente que es raro tropezarse con alguien que aún no lo haya hecho. Centro financiero, de suma importancia para el continente y para el planeta y nexo de unión entre Oriente y Occidente. Ciudad histórica y muy moderna a la vez, mezcla de culturas y a la vanguardia del mundo en lo referido a urbanismo y movilidad.
Es difícil resistirse a visitar una ciudad de estas características. Por ello, planifiqué un viaje de cuatro días para ver lo más destacado de la misma -tanto lo histórico como lo moderno- intentando aprovechar el tiempo lo máximo posible y siendo consciente de que en dos días y medio -que es lo que nos quedó quitando los trayectos de ida y vuelta- es imposible ver todo lo que una ciudad de estas características puede ofrecer.
DÍA 1
Elegimos viajar en tren, haciendo el trayecto Glasgow – Londres – Glasgow. El motivo de decantarnos por este medio de transporte -el más caro con diferencia de entre todos los transportes públicos- era la idea de cruzar toda Inglaterra por tierra y poder ver así sus paisajes. Pues bien, elección equivocada. Para empezar, yo creo que más o menos durante un 80% del tiempo la vía transcurre entre desmontes, por debajo del nivel de todo el terreno circundante, con lo cual solo veremos laderas a nuestra derecha e izquierda. Y cuando se da la circunstancia de que el tren viaja al mismo nivel o superior que el terreno de los alrededores, las vistas no son nada especiales, nada que merezca la pena. Tan solo praderas, campos de cultivo y algunas granjas con ganado en los alrededores. Además, el tren se balancea continuamente y es ruidoso, asemejándose a los sistemas de vías que había en España hace más de veinte años. Se ofrece un servicio de Wi-Fi a bordo que durante casi todo el trayecto está sin conexión, con lo cual es preferible no conectarse y mantener nuestra propia cobertura, que aunque tampoco va a tener conexión el 100% del trayecto, cubrirá una mayor parte del mismo.
Llegamos a la estación de trenes de Euston. No asombra el tamaño de la estación en sí -yo creo que puede ser incluso más pequeña que la estación de trenes de Atocha de Madrid-, sino la muchedumbre de gente por todos lados. Un verdadero hervidero de personas andando en todas las direcciones con prisa y sin decir el clásico sorry si te dan un topetazo al cruzarse contigo.

Salimos de la estación y nos dirigimos andando hacia la estación de trenes de King’s Cross, famosa por ser ésta la que alberga la plataforma 9 ¾ de Harry Potter. Al llegar allí nos encontramos con una cola enorme -en la que podremos observar casi todas las nacionalidades- tanto para hacerse la foto junto al carrito y las maletas incrustados en el muro como para entrar en la tienda oficial. A mí personalmente, lo que me llamó la atención fue la enorme estructura de la cubierta y la amplitud y modernidad del recinto. A las puertas de éste, nos encontramos un mercadillo con puestos de comida donde compramos comida típica moruna con especias y frutos secos y dulces típicos mediterráneos. Una buena merienda para recuperar fuerzas tras el viaje y la caminata.
En esta misma estación tomamos el metro -London Underground- hacia Tower Hill, una de las paradas de la línea circular. Similar al metro de Madrid en lo referente a trazados, ramificaciones, distribución… tiene una infraestructura gigantesca que puede verse, por ejemplo, en las dimensiones de las estaciones y paradas y en el tamaño y longitud de los trenes. Muchísima gente por todos lados, los trenes abarrotados, con retrasos en las llegadas, varias paradas en mitad del trayecto, lentitud durante la circulación… La red de metro en Londres no funciona mal, pero en mi opinión, la de Madrid funciona mucho mejor y de forma más eficiente -y no es tan difícil de entender ni es tan enrevesada al principio-. Supongo que hay que salvar las distancias y que a una infraestructura tan gigantesca como la de esta ciudad hay que darle un margen de error. Aún así, repito que en mi opinión no funciona mal para la envergadura que tiene.
Llegamos a la estación de Tower Hill y al salir a la calle lo primero que nos encontramos es con una espectacular vista de la Torre de Londres (🔗). Más que una torre, es una fortaleza – prisión que tuvo entre sus muros a inquilinos ilustres -y no tan ilustres- en la historia del Reino Unido.
Bordeando el edificio nos dirigimos hacia el Puente de la Torre –Tower Bridge (🔗)-, una estructura bastante imponente, estéticamente agradable y desde la cual se puede disfrutar de unas buenas vistas de la City de Londres a ambos lados del río Támesis. Se puede entrar, pagando el ticket, a las torres y explorar mucho mejor y en más detalle el puente, pero nosotros pasamos de largo dado que intentamos aprovechar al máximo nuestra visita sin entretenernos demasiado en un punto en concreto.
Y desde aquí, nos dirigimos andando y disfrutando de la agradable temperatura -tan diferente de la que habíamos dejado atrás en Glasgow- hacia el hotel, a unos 25 minutos a pie aproximadamente. Optamos por reservar un hotel en la zona céntrica, algo más caro pero que nos permite ir a pie a todos los lugares de interés que queremos visitar durante nuestra estancia en la ciudad. Nos encontramos las calles muy limpias, y eso me sorprendió para bien dado que muchísima gente me había comentado que las calles en Londres estaban sucias y mal cuidadas. En honor a la verdad, yo vi todo lo contrario: calles muy limpias, cuidadas y amplias, con varios carriles de circulación en varios sentidos, un tráfico ordenado y aceras para peatones amplísimas. Una infraestructura enorme que requiere sin duda de una ingeniería y planificación digna de admiración. Tras cenar en un local de comida china junto al hotel, nos retiramos a descansar y a coger fuerzas para el día siguiente, que se presentaba ajetreado por la cantidad de sitios que intentaríamos visitar.
DÍA 2
Tras levantarnos y desayunar, nos dirigimos hacia el embarcadero Bankside Pier, a unos ocho minutos a pie de nuestro hotel. Desde ahí tomaremos un ferry por el río Támesis que nos dejará en el embarcadero Westminster Pier, a los pies del Big Ben. Desde aquí nos dirigiremos caminando hacia la Abadía de Westminster (🔗). Nos encontramos una cola enorme para entrar, pero afortunadamente va muy rápida y bien organizada, con lo que no estamos más de media hora en la cola. Una vez dentro, podemos disfrutar -haciendo uso de los auriculares que se nos facilita, y en idioma castellano- de todas las estancias y puntos de interés del edificio. Lugar de enterramiento de Reyes, Reinas, hombres de Estado y personajes ilustres, quizá las dos tumbas que más me llamaron la atención -por mi admiración hacia estos dos hombres- fueron las de Isaac Newton y Stephen Hawkins, prominentes físicos teóricos que reinventaron la Ciencia en sus respectivas épocas. La Abadía es un edificio majestuoso tanto por dentro como por fuera, con unas fachadas impresionantes repletas de adornos y esculturas y las magníficas torres que forman parte del complejo.
Desde la Abadía nos dirigiremos al Palacio de Buckingham (🔗), al que no llegamos a entrar. Tampoco hemos podido ver el famoso cambio de guardia porque llegamos fuera de hora, pero tampoco era una atracción en la que estuviésemos especialmente interesados. Nos quedamos fuera, sentados sobre el césped de la zona de alrededores, descansando y comiendo algo para reponer fuerzas. Edificio imponente, en el cual se celebran las reuniones de Estado y donde se congregan en ocasiones y por motivos políticos las personas más influyentes y poderosas del planeta.
Junto al Palacio está el St’s James Park (🔗), un parque verde el cual podría ser un remanso de paz y de tranquilidad si no fuese por la muchedumbre que se congrega en cualquier esquina del mismo. Pese a todo, merece la pena visitarlo dado que podemos sentarnos en su césped, descansar, disfrutar de la vista de patos y cisnes y escuchar el sonido del agua en alguna de las fuentes que nos encontramos recorriéndolo.
Desde el St’s James Park nos dirigimos caminando hacia el Big Ben (🔗) y el Palacio de Westminster. Esta famosa torre del reloj de Londres está -en el momento en que la visitamos- totalmente cubierta por andamios, al igual que el Palacio, con lo cual no puede verse nada absolutamente excepto el enorme reloj. La impresión que me causa es que vista en persona es más pequeña de lo que aparenta ser por TV o en fotografías. Aún así, sin andamiajes, el conjunto Torre y Palacio debe ser grandioso para observarlo y sin duda alguna un lugar de interés histórico – cultural.
Nos dirigimos a través del Westminster Bridge -en el cual pudimos ver a un buen número de “artistas” con sus ganchos haciendo el truco de los tres vasos y la bolita, y también vimos a un músico tocando la gaita y vestido con el traje típico escocés, al cual le dejamos unas monedas por nuestra simpatía hacia Escocia- hacia el London Eye (🔗), esa noria gigantesca e icónica, que tantas veces hemos visto en TV, fotografías, souvenirs… hayamos o no visitado la ciudad. Como en cualquier sitio aquí en Londres, hay que guardar una cola tremenda para acceder a ella, con lo cual decidimos pasar de largo -mientras la observamos- y pasear por el parque Jubilee Gardens, viendo en el trayecto a magos y músicos callejeros, dibujantes, vendedores de souvenirs y frutos secos…
Junto al parque y bajo el Hungerford Bridge encontramos un puesto de perritos calientes que tiene un nombre curioso formado por el juego de palabras “Oh my Dog”, con gran variedad y en el cual -como en cualquier sitio aquí en Londres- hay muchísima gente,pero atienden rápido y bien, y no es difícil encontrar una mesa para sentarse y disfrutar del menú tranquilamente. Tras esto, volvemos al Jubilee Gardens para disfrutar de un helado en un puesto que no es otra cosa que un antiguo autobús de transporte público -de los rojos-, disfrutando de las vistas del río Támesis y de la City de Londres desde la planta superior.
Terminado nuestro helado, continuamos por uno de los Golden Jubilee Bridges hasta llegar a Northumberland Avenue, a través de la cual nos dirigiremos hacia Trafalgar Square (🔗). Plaza enorme, con la Columna de Nelson como monumento central y cuatro estatuas de leones en cada una de las equinas, rodeándolo. Pasando entre dos grandes fuentes ornamentales y subiendo por unos amplios escalones hacia la parte alta de la plaza, nos encontramos frente a la Galería Nacional -The National Gallery-, a la que no entramos por evitar la muchedumbre en la cola y por la hora, dado que no nos hubiese permitido sacarle partido a la visita en absoluto. Este es el primer sitio por el que paso en Londres y por el que de verdad siento pena por no entrar y visitarlo detenidamente. En el próximo viaje lo marcaré como visita prioritaria…
Continuamos callejeando por las enormes y amplias avenidas hasta llegar a Picadilly Circus. Ni que decir tiene que es un rincón de la ciudad muy bullicioso, con gente por todos lados, mucho trafico y con una pantalla enorme en la que proyectan mayoritariamente anuncios publicitarios. Con una fuente ornamental como elemento protagonista -Shaftesbury Memorial Fountain- y varios teatros, restaurantes, pubs y otros locales de ocio, me atrevería a decir que esperaba mucho más de este sitio, aunque por supuesto es digno de visitarlo y pasar un rato en él mezclado entre la multitud.
Tras salir de Picadilly Circus nos dirigimos, callejeando y perdiéndonos -en el buen sentido de la palabra, o sea, dejándonos llevar a la deriva- por los alrededores hacia la última parada del día, el Covent Garden. Y en el camino nos encontramos, por pura casualidad, con un local bastante curioso. Es el Rainforest Cafe (🔗), en Shaftesbury Avenue. Tiene dos plantas, la que da a la calle, que es una especie como de tienda de souvenirs y peluches, y la planta subterránea, que es un restaurante y está decorado como si fuera un bosque tropical lluvioso -de ahí su nombre-. Es un sitio divertido y tranquilo para disfrutar de un refresco y tomarse un descanso, con unos taburetes junto a la barra muy curiosos porque las patas son patas de animales como patos, jirafas, cebras… y es ideal para comidas familiares y en especial para familias con niños. Muy recomendable.
Finalmente llegamos a Covent Garden (🔗), una zona con multitud de teatros, tiendas, restaurantes, pubs, en el que pueden degustarse algunos de los platos más típicos de Reino Unido, como los famosos pie -pasteles de carne- y visitar algunas de las tiendas más antiguas y tradicionales de la ciudad. También podemos simplemente sentarnos en alguno de los bancos o escalones y disfrutar del ambiente y el bullicio de esta parte de la ciudad.
Tras esta visita nos encaminamos finalmente al hotel, y tras pasar por un supermercado Tesco Express cercano y comprar algo para comer -ligerito-, cenamos en la habitación y nos vamos pronto a descansar, para reponer fuerzas de cara al día siguiente.
DÍA 3
Nos levantamos temprano, desayunamos en el hotel y nos encaminamos hacia el British Museum (🔗). Tenemos concertada una visita guiada dentro del museo. En mi opinión, las visitas guiadas son una buena forma de conocer la historia, los detalles y las curiosidades de los lugares, y no supone una gran diferencia en el precio total del viaje. Nuestra visita comienza a las 10.00 horas -unos minutos más tarde porque hay que pasar controles de seguridad, encontrarnos con nuestro guía, etc.- y tiene una duración aproximada de dos horas y media. Visitamos las zonas del Antiguo Egipto, con las momias, sarcófagos, objetos… todo ello original, la zona de la Grecia Clásica y la zona de Asiria. Sin embargo, nos quedó por visitar, por ejemplo, la zona de África. Obviamente, en dos horas y media es imposible visitar ni tan siquiera la mitad del museo, dada su magnitud y la cantidad de salas y objetos que están expuestos. Aún así, mereció la pena la visita y el poder contemplar la enorme estructura que soporta la cubierta del patio, una espectacular obra de arquitectura e ingeniería proyectada por el genial Norman Foster.
Tras la visita son casi las 13.00 horas, momento para tener nuestro lunch, y para ello nos dirigimos otra vez a Covent Garden, concretamente a The Pie Shop Battersea (🔗), a saborear unos pasteles de carne y riñones. La verdad es que son los mejores pies que he probado hasta ahora en Reino Unido, y la relación calidad/precio es razonable -teniendo en cuenta que estamos en Londres-, £18 por dos hot pies grandes con dos bebidas. El sitio es tranquilo y atienden muy rápido y bien. Recomendable.
Tras nuestro lunch continuaos hacia St. Paul’s Cathedral. La idea original era hacer una parada para visitar la Temple Chuch, una iglesia templaria originaria del siglo XII, pero al ser sábado estaba cerrada y con todo el dolor de mi alma tuvimos que pasar de largo. Me apunto esta visita como prioritaria para la próxima vez, junto con The National Gallery. Siguiendo por Fleet St damos, casi por casualidad, con el que dicen que es el pub más antiguo de Londres, el Ye Olde Cheshire Cheese, reconstruido en 1.667 tras el Gran Incendio de Londres. Realmente tiene encanto, con varios salones -más bien sótanos- con mesas, taburetes y algunas sillas para sentarse a comer o tomarse un refresco. Típico pub que podría servir perfectamente de escenario para una película ambientada en el siglo XVII. Eso sí, está prohibido tomar fotografías en el interior del local. Un cartel bien claro lo dice nada más entrar. Así que aquí solo expongo fotos del exterior.
Tras hacer un alto en este histórico pub, tomar un refrigerio y descansar, continuamos hasta llegar a St. Paul’s Cathedral (🔗), catedral anglicana de Londres ubicada en el punto más alto de la ciudad y reconstruida en estilo barroco tras el gran incendio que asoló Londres. Es un edificio espectacular por fuera -por dentro debe serlo también- al que finalmente no llegamos a entrar. La cúpula es enorme y majestuosa, desafiando a los edificios altos y modernos que se encuentran a su alrededor.
Cruzando el Carter Lane Gardens -parque urbano, bonito y bien cuidado, idóneo para sentarse un rato a observar la fachada de la catedral o simplemente para hacer un alto en el camino y descansar- nos dirigimos hacia el Millenium Bridge, un moderno puente colgante peatonal. A la hora a la que pasamos por él y dado el buen tiempo, estaba abarrotado de gente en todo su recorrido. Pero aun así merece la pena visitarlo, darse un paseo por él y contemplar el río Támesis con los enormes edificios a ambos lados y el Tower Bridge al fondo. Además, desde aquí podremos disfrutar de unas vistas privilegiadas de la cúpula de St. Paul’s Cathedral, ya sea de día o de noche, iluminada.
Cruzado el puente, nos dirigimos a nuestro hotel, a unos siete minutos andando, a ducharnos y descansar un rato, para más tarde salir hacia la que es nuestra última visita del día -y el sitio en el cual tendremos nuestra última cena en esta visita a Londres-. Me refiero a The George Inn (🔗), un pub medieval que fue posada, el único que aún conserva galerías en su fachada original y que en su tiempo fue refugio de Charles Dickens, entre otros. En la actualidad goza de mucho prestigio -entre los propios londinenses- y tiene muchísimo ambiente, sirviéndose la típica comida de pub británico. En la parte de arriba está el restaurante, muy tranquilo y donde se come bien y con buen servicio. La relación calidad/precio es aceptable -como siempre, teniendo en cuenta que estamos en Londres-. Coincidió que ese día se jugaba a las 20.00 horas el partido de la final de Champions League entre Tottenham y Liverpool (que ganó el Liverpool 0 – 2) y que lo proyectaban en una pantalla que habían puesto en el patio, por lo que había bastante bullicio y aglomeración, pero en general muy buen ambiente.
Tras esta visita decidimos dirigirnos de nuevo a Millenium Bridge, dado que el clima y la temperatura invitaban a dar un paseo por la tarde – noche londinense. Y así lo hicimos, pudiendo disfrutar de unas fantásticas vistas de la ciudad y de la cúpula de St. Paul’s Cathedral al anochecer y viendo pasar por el Támesis algunas discotecas flotantes abarrotadas de gente bailando y disfrutando de esta peculiar atracción. Finalmente nos dirigimos al hotel a descansar y reponer fuerzas de cara al último día del viaje, empleado en el camino de vuelta Londres – Glasgow.
DÍA 4
Nos levantamos temprano, aunque no tanto como los días anteriores, y tras recoger todo y bajar a desayunar, nos dirigimos hacia la estación de trenes de Euston. Fuimos caminando, dado que el día era bueno, soleado, con temperatura agradable e íbamos ligeros de equipaje. Un paseo de cincuenta minutos caminando por las amplias calles y avenidas, disfrutando de nuestros últimos momentos de esta visita. Tras llegar a Euston nos sentamos a tomarnos un refresco en uno de los bares de la estación e hicimos tiempo hasta que finalmente llegó la hora de montarnos en el tren, y tras casi cuatro horas y media de viaje poníamos fin a nuestra primera visita a la ciudad de Londres. Aunque seguramente no será la última porque ha quedado mucho por ver y visitar, así que volveremos…